Editorial

Ante un abrazo, me desarmo

El 30 de junio de 1978 la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Resolución S-10/2 «proclama la semana que empieza el 24 de octubre, día de la fundación de las Naciones Unidas, como semana dedicada a promover los objetivos del desarme». Saber más (Wikipedia)

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Ante un abrazo, me desarmo.

La Semana del Desarme se celebra para promover la paz y reducir las armas en el mundo, pero también podemos verlo como un momento de "desarme emocional". Al igual que cuando recibimos un abrazo, las barreras que construimos se caen, dejando espacio para la vulnerabilidad, la conexión y la paz interior.

Ante un abrazo, me desarmo, es una forma poética de decir que, al recibir un abrazo, las armas que usamos para protegernos del mundo (ya sean emocionales o físicas) se vuelven innecesarias, ya que la cercanía nos hace sentir seguros y amados.

El abrazo de un soldado a su familia es un acto cargado de emociones profundas. En ese instante, el soldado se despoja de su rol de guerrero, de su armadura emocional y física, y se entrega a la calidez de los seres que más ama. Es un momento de desarme en el sentido más puro: en los brazos de sus seres queridos, el soldado deja atrás las tensiones y la dureza de su oficio para encontrar refugio, alivio y paz.

Ese abrazo simboliza el regreso temporal a la normalidad, la conexión con el hogar y el amor. En los ojos de su familia, no es un combatiente, sino un hijo, un padre, una madre o un hermano. Es el tipo de momento en el que las guerras y los conflictos quedan a un lado, y solo queda la humanidad compartida entre ellos.

En el marco de la Semana del Desarme, este gesto tiene aún más poder: muestra que, al final del día, lo que más valoramos no es la guerra ni las armas, sino los lazos de amor y paz que nos unen. 

La imagen de cabecera recoge tres abrazos simbólicos: el conocido como Abrazo de Vergara, un excelente ejemplo de cómo, tras las divisiones y el conflicto, puede surgir el reencuentro y la reconciliación; el abrazo de un legionario español a su madre, al llegar de una misión en el extranjero; y el abrazo y beso de otro soldado español al despedirse de su familia para partir a una misión internacional.


Ante un abrazo, me desarmo.
Y entre los brazos que envuelven,
descubro que a veces, rendirse es el acto más valiente.
Porque en ese abrazo, en esa entrega,
uno se encuentra a sí mismo, desarmado y completo.

Seguro y amado.


 

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