Academia de talento político
El libro de José Antonio Marina, Historia universal de las soluciones, es un sorbo de aire fresco en este estercolero de la partitocracia tóxica.
Publicado en primicia en Libertad Digital (11/Abr./2023), y posteriormente por Salir al Aire (con autorización del autor). Leerlo en el sitio web original.
Por qué invertimos en talento con disciplinas tan dispares como la tecnología, el fútbol, la productividad, las ciencias médicas, la agricultura o la creatividad artística? Básicamente porque buscamos la excelencia en responsables que nos garanticen la vida, o nos la hagan más feliz. Desde un cirujano, a un piloto de aviación o a un gran economista. Por eso exigimos talento, preparación y honestidad. No son ínfulas de una casta aristocrática del conocimiento, sino exigencias de nuestra felicidad colectiva. Y si la excelencia técnica, organizativa y ética es tan rentable, ¿por qué no se la exigimos a nuestros gobernantes, ni a los ciudadanos que los elegimos?
Ahora que todo es ruido y la política se reduce a un juego maniqueo con mentalidad tribal donde se demoniza al adversario y se le reduce a enemigo, ya no hay espacio para el consenso ni la justicia, solo para razonamientos motivados que no buscan la verdad, sino justificar la propia opinión. Ahora que todo es barro y pesimismo, José Antonio Marina nos regala una salida en su último libro: Historia universal de las soluciones. En él quiere rescatar a la Gran Política de aquel estercolero para educar y fortalecer a los dos protagonistas del poder político: los gobernantes, y los gobernados, corresponsables los dos del buen gobierno. Mediante la inteligencia motivada, creadora, en una Academia de Talento Político. Empezando por analizar el origen de nuestros conflictos y reducirlos a problemas, la manera más inteligente de superarlos.
Pongamos en la sala de operaciones al crítico momento histórico a que nos están abocando nuestros gobernantes con la colaboración necesaria de nuestros gobernados. El presidente de la nación está maniatado por los chantajes de minorías que la quieren destruir. Es evidente que no está buscando las soluciones más eficaces para lograr justicia, sino para satisfacer su poder. Y no es lo mismo poder que política. El primero es un fin en sí mismo, un fin para la propia felicidad, la segunda es un instrumento para la felicidad colectiva.
¿A Pedro Sánchez no le queda otra que reclinarse ante los nacionalistas? No, si lo que busca es el poder; pero si quisiera ejercer la Gran Política como búsqueda de consenso y el bien general, podría pactar con el partido mayoritario de la oposición, y el conflicto se habría reducido a problema. Una manera civilizada de solucionarlo. Piensen, nos recuerda Marina, que los enfrentamientos humanos son inevitables, los bienes son escasos, y los deseos, valores, emociones y creencias, demasiadas veces incompatibles. Reducir los conflictos a problemas es sustituir el afán de vencer por el deseo de solucionar.
Recurre Marina a la terminología de la Teoría de juegos de John von Neumann. El conflicto, tal como se ha definido, es un "juego de suma cero", en el que uno gana y los demás pierden. Mientras que en los "juegos de suma positiva", todos los contendientes obtienen algún beneficio, inmediato o a largo plazo. Lo contrario de la tercera posibilidad, "juegos de suma negativa", en la que todos salen perjudicados. Veamos un ejemplo:
El éxito de la transición española se debió a que no se planteó como conflicto sino como problema, y se resolvió. Resultó un éxito porque fue un juego de suma positiva, todas las partes en conflicto acordaron disolverlo en problema, a partir del cual todos renunciaron a sus máximas exigencias, y todos salieron beneficiados.
¿Cómo se está planteando ahora por parte de los nacionalistas su unilateral deseo de independencia? Como conflicto, ellos quieren vencer, no llegar a un acuerdo. ¿Y qué está haciendo el Gobierno de España? En apariencia, conceder la amnistía para llegar a un acuerdo. España olvida sus delitos, y los nacionalistas renuncian a la independencia unilateral y a cualquier exigencia política contraria a la Ley. ¿Qué hace el nacionalismo? atrincherarse en el conflicto. Quiere vencer, no solucionar. Porque pasa por alto, que en todo conflicto que no quiera acabar en guerra, las dos partes deben aceptar un principio de legalidad legítimo, en este caso las reglas democráticas vigentes. Fuera de ese marco no hay problema, sólo conflicto, es decir, odio, dogmatismo y posiblemente guerra.
Aunque en este caso, Pedro Sánchez ni siquiera está en esa disyuntiva, más bien utiliza el dilema para enmascarar su personal modo de monopolizar el poder a costa de la gran política, la que busca el bien colectivo. O sea, la justicia. Este es el caso más estúpido, el "juego de suma negativa con apariencia de suma cero", las dos partes salen perdiendo, los nacionalistas porque no alcanzarán sus objetivos finales enquistados en el conflicto, y el Estado, porque para atemperar las ínfulas independentistas, deja mancillar sus leyes y el bien común de los españoles. Un mal presente y un suicidio colectivo a medio, largo plazo. Las dos partes creen estar ganando, pero las dos pierden. Pedro Sánchez en esta historia es como aquel súbdito envidioso que, ante la propuesta de su señor de concederle un premio, siempre que acepte que a su vecino le concedería el doble, el envidioso no lo duda: "Que le arranquen un ojo". Él se quedaría tuerto, pero su vecino ciego.
La teoría de Marina, sin proponérselo, nos da cuenta de la estupidez del presidente. A este paso, con tal de seguir en el poder, desguaza la nación. Y a pesar de saberlo, acabará sacándose un ojo. O dos, el suyo y el de su mujer.
La lectura del libro de José Antonio Marina, Historia universal de las soluciones, es un sorbo de aire fresco en medio de este pestilente estercolero de la partitocracia tóxica que nos maltrata cada día. Leyéndolo, por contraste entre la inteligencia y la vileza, se ve con nítida evidencia el inmenso daño que Pedro Sánchez está haciendo a la democracia y a España. Aunque el libro transciende esta casquería casera, para plantear las grandes líneas que debería poseer la Gran Política a nivel global. Su apuesta por una Academia de Talento Político, no es una utopía, sino la consecuencia de la inteligencia consecuente en busca de las mejores soluciones políticas. Para gobernantes y gobernados.
PD: O César o nada. Ahora sabemos lo que une a Pedro Sánchez y Puigdemont, el poder. Uno no se va y el otro quiere convertir las elecciones catalanas en un plebiscito: o presidente, o que os den. Como niños enrabietados acaparando juguetes.
|
|