La Roja, el último bastión
Desgraciadamente para los enemigos de España, la Roja acaba de evidenciar que las emociones más profundas aún anidan con fuerza en el alma de una nación histórica que se resiste a morir.
Publicado en primicia en Libertad Digital (18/07/2024), y posteriormente por Salir al Aire (con autorización del autor). Leerlo en el sitio web original
El triunfo de España en la Eurocopa ha provocado una ola emocional de alegría compartida que ha llegado hasta el Congreso convertida en sarpullido. La representante de Bildu, la señora Aizpurua, dejó claro que la selección española no es la selección de los vascos. Con cadencia lastimera chantajeaba emocionalmente a los españoles:
«El problema no es que ustedes celebren a su selección, no nos molesta en absoluto, el problema es que nos nieguen a nosotras celebrar la nuestra, porque todos ustedes construyen esta celebración y orgullo sobre la negación de nuestras selecciones, de nuestros sentimientos, de nuestro derecho a ser».
Lástima que nadie le recordara que ella y los suyos han construido su hegemonía institucional en el País Vasco a costa de la vida y el exilio de quienes no profesaban sus sentimientos. Aplíquese el cuento: el problema no es que euskaldunes, galleguistas y nacional-catalanistas como ella consideren a sus lenguas regionales respectivas como propias y únicas, sino que nos nieguen a los demás la nuestra. ¿Qué les hace suponer que tienen el poder de hablar en nombre de todos los vascos, gallegos y catalanes? La serpiente no deja de ser serpiente aunque lo disimule. Su compañero Otegi, ni disimula: «Nunca me voy a alegrar cuando gana España».
Y para no ser menos, un tal Gabriel dejó la gansada de turno en nombre de un rufián de ERC: «Catalanes y vascos creando y rematando, y españoles aprovechando. Una vez más». La letanía de Espanya ens roba en versión deportiva.
La alegría desbordada en toda Cataluña
Eso en Madrid, en Cataluña no se han andado con tantos remilgos. Con qué odio y desprecio han encajado el triunfo de España. Primero, resistiéndose a instalar pantallas gigantes, después, maldiciendo la alegría desbordada en toda Cataluña. Un botón de muestra, en Nou Barris, distrito obrero y castellanohablante de Barcelona, la CUP arremetió contra los Mozos de Escuadra con el bufido: Estamos colonizados… ¡Puta España!. Podemos entenderlo, los muy españolazos pusieron la sirena del coche patrulla cuando España metió el gol de la victoria.
Mil exabruptos como éste han inundado las redes sociales contra los catalanes entregados emocionalmente a la Roja. Por una noche, la Cataluña real dejó en evidencia el rencor de la oficial. Ese es el drama, la constatación amarga de la rendición de una generación de españoles durante el resto de días del año, acomplejados ante la hegemonía moral del nacional-catalanismo. A pesar de ser mayoría en la calle, son minoría en las instituciones. ¿Y el PSC? Que nadie espere nada de los socialistas, ellos garantizan el poder institucional a los nacionalistas. Cuando están en la oposición, para no ser sospechosos; y cuando aspiran al poder, para poder acceder y disfrutar de él. En ambos casos, con políticas nacionalistas.
Por una noche, la Cataluña real dejó en evidencia el rencor de la oficial
¿Pero en todo esto, qué pinta aquí el triunfo de la Roja? ¿Qué relevancia puede tener cosa tan banal? Puede parecer una nimiedad, pero la única consistencia que le queda a España es la argamasa emocional de la Roja; legitimidad emocional que ya ha perdido a nivel institucional.
Otorgada la amnistía, sólo dos cesiones más la separan de una confederación de campanarios dispuestos a sacarse los ojos entre sí:
- La cesión fiscal completa a Cataluña (Cupo Vasco).
- Lograr que el TSJC (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña) sea la última instancia judicial obviando al TS (Tribunal Supremo).
Se habría completado el vaciamiento institucional y simbólico del Estado en Cataluña. Solo les restaría lograr la adhesión emocional a su causa rupturista de las nuevas generaciones mediante los deportes de masas. Y ahí entra en escena la tercera y definitiva cesión del Estado:
- La selección catalana de fútbol.
Repito, puede parecer una anécdota en medio de la penúltima comparecencia de Pedro Sánchez para proyectar sobre los demás sus propias miserias, pero es lo único que jamás han logrado, la adhesión emocional de la mayoría social de Cataluña a su delirio nacional. A ello han dedicado cuatro décadas de educación, de inmersión lingüística, de recreación cultural y manipulación histórica mediante medios de comunicación e instituciones. Ese acoso moral ha costado al contribuyente 20.000 millones de euros a lo largo de estas últimas cuatro décadas. Lograr la selección catalana de fútbol sería la llave de paso para lograr la desafección emocional progresiva a España.