No sé qué es más ridículo, si unos medios cada vez más entregados al chismorreo propio de la prensa del corazón con las ocurrencias de Puigdemont, o este personaje ridículo que bautizara como El Vivales su paisano gironés, Albert Soler.
Sólo la complicidad de los Mossos d’Escuadra y la dejación/complicidad del Ministerio del Interior del Gobierno de España ha convertido lo que sólo era una mascarada, en un hecho serio. Porque es bochornoso que la orden de detención judicial contra el prófugo Puigdemont haya sido desatendida. Y con recochineo. A El Vivales no sólo se le ha permitido aparecer en el corazón de Barcelona, subirse a un escenario a la vista de todos, largar un discurso lleno de desprecios contra el Estado de derecho y contra el Tribunal Supremo, y despreciar los sentimientos nacionales de más de la mitad de los ciudadanos catalanes, sino desaparecer tras el desahogo ante la vista de todos.
Hasta ese momento, era desolador escuchar al director de RAC-1, Jordi Basté. Con voz entregada a la causa adornaba la incertidumbre: «El plan que ha hecho Junts es maravilloso. De golpe ha hecho desaparecer a Carles Puigdemont». «Es un mago», babeaba el locutor, «el guion es emocionantísimo». Seguía babeando.
Un pacto de investidura que destroza la igualdad de los españoles con una soberanía fiscal.
Como metáfora de este dislate, contrasto el equívoco entre el papel de celofán con que los medios han envuelto la jornada de la vuelta de Puigdemont en medio de una investidura, y la trascendencia de un pacto de investidura que destroza la igualdad de los españoles con una soberanía fiscal, la eliminación del castellano como idioma extranjero y la concesión de la selección catalana de fútbol. Un nuevo tripartito impuesto por Pedro Sánchez que arroja a las pezuñas de los caballos la igualdad de los españoles y convierte al independentismo en el gestor de la confederación plurinacional asimétrica mientras llega la independencia. Más o menos como quedarse embobados con las abolladuras del coche tras un accidente, mientras agoniza dentro toda la familia.
Cuatro y media de la tarde... Hace una hora y cuarto ya desde que debiera haberse reiniciado el Pleno de investidura de Salvador Illa, mientras el presidente del Parlamento, Josep Rull sigue reunido con la Mesa del Parlamento y la Junta de portavoces para decidir si se suspende o no el Pleno de investidura. ¿Por qué? Por la orden de detención de Carles Puigdemont. Lo dicho, la política catalana es una pandilla de niñatos malcriados viviendo a cuerpo de rey a nuestras expensas.
Ignacio Garriga responde al socialista Salvador Illa: «Nada le separa de lo peor del separatismo. El peligro para Cataluña es el PSC, ERC y Junts, y sobre todo las políticas que todos comparten»https://t.co/Sby7sEEkkn pic.twitter.com/wXjNdDyBKC
— LA GACETA (@gaceta_es) August 8, 2024
Por fin se reanuda la sesión. Ya son casi las cinco de la tarde. Interviene Ignacio Garriga, de Vox. La sesión de la mañana la cerró Alejandro Fernández, del PP. Los únicos discursos frente al resto. Todos ya en el terreno nacionalista. Incluido Salvador Illa, del PSC y próximo presidente de Cataluña.
¡Qué bonita nos está quedando la democracia con estos catalibanes!
Lo mejor de la tarde, posiblemente del día. Nada más acabar Ignacio Garriga, de Vox, el presidente del Parlamento, Josep Rull, de Junts, se agarra al micrófono y sin ampararse a Dios ni al diablo nos suelta una bronca contra el discurso del negro resultón de Vox que me deja pasmado. En nombre de los discursos de odio. Y amenaza con una caza de brujas. De forma legal. Para mear y no soltar gota. ¡Qué pandilla! Ahora resulta que en nombre de su ideología nacionalista pretende manosear el reglamento de la presidencia del parlamento para sancionar cualquier idea que les cuestione. ¡Qué bonita nos está quedando la democracia con estos catalibanes!
Se tenía que decir y se ha dicho... pic.twitter.com/EsGpWWY1bP
— Alejandro Fernández (@alejandroTGN) August 8, 2024
Alejandro Fernández del PP trató de intervenir, pero el presidente de la cámara se lo quitó de encima a golpe de… porque aquí mando yo, pero debió de transigir con el diputado Garriga de Vox al ampararse en el artículo 39 sobre la neutralidad de la presidencia del Parlamento. Con retintín le preguntó «si se entiende por discurso de odio, el odio a España del separatismo».
Si Pedro lo legitimó, ¿por qué no El Vivales?
Acabo. El pasado 23 de mayo, ante tanta especulación sobre el desenlace de las elecciones catalanas, me arriesgué a barruntar cuál sería la próxima jugada de Pedro Sánchez para neutralizar a Puigdemont empeñado en volver a ser presidente a pesar de perder la elecciones. Si Pedro lo legitimó, ¿por qué no El Vivales? Creo que voy camino de hacer pleno.
Se especula mucho –barruntaba en La próxima jugada de Sánchez– si permitirá a su socio del PSC, Salvador Illa, ocupar la presidencia de la Generalidad. La amenaza de Carles Puigdemont de tumbar su gobierno en Madrid a pesar de haber perdido las elecciones en Cataluña como las perdió Sánchez en España, ha llevado a muchos a suponer que Pedro Sánchez sacrificará a quien sea, antes que renunciar al poder. La suposición tiene coherencia. Si ha sacrificado bienes mucho mayores, como el Código Penal, la Constitución, y ha puesto en peligro a España como nación, la cabeza de un subalterno ya es rutina en él.
Y sin embargo creo que se plantará ante Carles Puigdemont, no por amor a la igualdad y libertad de todos los españoles, sino porque Puigdemont será el tonto útil que le dará una oportunidad de oro para rehabilitarse como paladín de España. Me explico.
El Gobierno de Sánchez hace aguas por todas partes, su imagen de vendepatrias con todos los enemigos de España de la mano, ha calado. Es evidente que gobierna gracias a aquellos que la quieren destruir. Ha perdido elección tras elección, y posiblemente en las europeas le hundirán en su fango. Ante ese panorama se puede conformar con seguir gobernando a base de ceder más y más privilegios a sus socios nacionalistas, pero no volverá a ganar unas elecciones, ni sus votos serán suficientes para formar gobierno con sus socios actuales. Su situación es desesperada, o se rehabilita como candidato, o no volverá al poder. Ya sólo le queda el abismo. Sin embargo, en su borde, de pronto, se le ha abierto un horizonte lleno de uvas y miel: cerrar el gobierno de Salvador Illa con ERC y Comuns, y provocar una reacción agresiva de Puigdemont. Y en ese momento salir en tromba en defensa de la España generosa que ha cedido paz y prosperidad social a Cataluña, pero jamás estará dispuesto a dejarla en manos de la derecha reaccionaria periférica que quiere romper la igualdad y la libertad de todos los españoles. Pan comido para él, la sobreactuación es su fuerte. Convoca Elecciones Generales y a esperar que la dramatización surja efecto.
Estén preparados para la ocasión; sus ojos y sus oídos verán y oirán aspavientos en la boca de Pedro Sánchez en defensa de la unidad de España, que ni Abascal se atrevería. Y de golpe, todas las sospechas de vendepatrias vertidas contra él se tornarán genuflexiones por parte de quienes empezaron a dudar de él, y dudas en quienes verán en él el Sant Jordi que osó enfrentarse al dragón de la independencia. Si un día después de jurar que nunca pactaría con Bildu, ni jamás daría la amnistía, hizo lo contrario y sus seguidores le compraron el contrabando con entusiasmo o resignación, cuánto más si defiende lo que siempre habían creído.
No era el león tan fiero como bravuconea
De momento ya ha desenmascarado a El Vivales. No era el león tan fiero como bravuconea. Amenazó con venir, Pedro esperó el resbalón, el otro aumentó la apuesta con la amenaza de venir a España y hacer saltar por los aires la investidura, Sánchez se frotó las manos, y El Vivales retrocedió. Voy, monto la ensoñación, salgo del embrollo como un hechicero, me vuelvo al mejillón de Bélgica y a esperar que macere mi presidencia. La cosa aún está verde. Ni se le ha ocurrido dar un paso más. Y si lo diera, Pedro ya Maduro, lo utilizaría como la ultraderecha catalana para librarse del sambenito y empoderarse en la defensa de España. Sólo nos resta esperar.
Coda: Albert Batet, de Junts, ha plasmado con recochineo el desprecio al Estado: «Buscan al presidente Puigdemont de la misma manera que la Policía Nacional y la Guardia Civil en la víspera del 1 de octubre las urnas y las papeletas de votación».
Son como niños jugando a ser traviesos. Pero con mala leche. ¡Cuánto daño ha hecho "La casa de Papel"!