¿Y ahora qué?
- La Policía está para marcar los límites, no para dar clases particulares a los niños de los adoquines
Lo único serio que intentaron fue tomar el aeropuerto y no lo intentaron en serio. Luego los espectáculos de humo y piedras fueron y serán redundantes, y la Policía estuvo magnífica en su labor de contención, ganando la batalla de la propaganda, que es como se empiezan a ganar las demás batallas.
- Ni la declaración de independencia fue en serio –acierta el juez Marchena en su sentencia– ni los incendios de estos días han pretendido nada más que ver arder las cosas.
¿Y ahora qué?, se preguntan, inquietas, las personas de buena voluntad.
- Carlos Herrera se lo preguntaba ayer en su tertulia, y es una pregunta razonable. La respuesta no es tan deslumbrante como muchos querrían pero es que tendremos exactamente lo mismo que hasta ahora: la contención de los vándalos, su detención cuando se estime oportuna, con las multas económicas y las penas de prisión que en cada caso procedan.
- Una batasunización light de Cataluña, light y sucia, empobrecedora, hasta que los catalanes que crean que merece la pena vivir en calma y prosperidad despierten de su ensoñación romántica y paguen el precio que siempre hay que pagar para defender la libertad.
- El Estado tiene que garantizar el orden constitucional pero no puede hacer nada contra una comunidad que decide degradarse y causarse, por acción u omisión, este dolor absurdo y estéril.
- La Policía está para marcar los límites, no para dar clases particulares a los niños de los adoquines en sustitución de la clamorosa dejación de sus padres; y los jueces no pueden ejercer de vengadores del honor de España, como si fuera una dama, porque a pesar de que los más exaltados se empeñen en darles la razón, los independentistas de ninguna manera la tienen cuando dicen que no existe la separación de poderes y que nuestra Justicia es vengativa y mamporrera.
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