Opinión

¿Y cuándo se acabe el recreo…? El espectáculo de la España oficial

Cuando se acabe el 'recreo', puede que se vacíe la charca infecta en la que chapoteamos y podamos prestar la atención debida a fechas como la de la de hoy -8 de diciembre,- y volvamos a poner nuestras esperanzas en el gran Nacimiento próximo, cuya conmemoración se avecina.
2024-12-08-Parra-1w

Hoy quería haber escrito sobre algo importante, como la festividad de la Inmaculada Concepción (antiguo Día de la Madre), o sobre el milagro de Empel y la Infantería española, con motivo de su Patrona, pero cometí el gran error de ver las últimas noticias en televisión; en consecuencia, mi estado de ánimo fue descendiendo en picado y me guardo estas efemérides importantes para mi consumo privado y el de mis círculos cercanos.

Como dicen que el buen humor es un antídoto eficaz para evitar úlceras de estómago y otras dolencias psicosomáticas, me atrevo a contarles en este artículo un viejo chiste; los lectores me perdonarán si su argumento entra de lleno en lo escatológico (segunda entrada del diccionario de la RAE), pero la culpa la tiene la imprudencia de haber seguido la actualidad española ante la pequeña pantalla antes de irme a la cama.

Resulta que dos amigos, bastante golfos ellos y después de llevar una vida disipada, fallecen y, lógicamente, van al infierno; pero allí, en lugar de llamas, suplicios y cadenas, un diablo de guardia les conduce a una gran balsa de inmundicias, detritus y excrementos, donde están obligados a chapotear; ¡Pues no es tan malo como lo pintaban, todo es cuestión de acostumbrarse, dice uno de ellos; Efectivamente -dice el otro- pues este líquido infecto solo nos llega hasta las axilas. De repente, se escucha una potente voz del demonio-jefe: ¡Se acabó el recreo! ¡Todos de rodillas!.

La ocurrencia tiene su gracia, no me lo negarán, aunque sea suficientemente manida. Además, nos puede servir para reflejar la situación política de España en este momento, y, si Dios no lo remedia, lo que podemos esperar del futuro inmediato. En efecto, si tomamos como referencia casi todas las noticias de rabiosa actualidad nacional, tanto las de los canales propios o ya controlados y las de la prensa afín y subvencionada, como de los medios aún no intervenidos, la situación es caótica y enrevesada al extremo; en todo caso, parece que estamos sumergidos -de momento, con la cabeza fuera- en esa charca maloliente.

Denuncias cruzadas entre y sobre los políticos, evidencias de corrupción económica y de afán de lucro personal, anuncio de fechas previstas para las múltiples causas pendientes de los tribunales, guerra entre jueces y abogados, tejemanejes para desprestigiar y anular al adversario, listados de nombres de presuntos implicados, tramas de delincuentes, probados o todavía sin probar…; a todo esto, insultos cruzados en las Cámaras y amenazas constantes, alguna de ellas claramente guerracivilista (“Cuando acabemos con la derecha…”); cuando el lenguaje no alcanza las cotas de lo barriobajero, está trufado de exculpaciones ridículas, de negaciones inmediatamente rectificadas, o de infundios, mentiras palpables o de falsas promesas; creo que la guinda la puesto lo que algunos llaman el “congreso de los imputados” en Sevilla, con la presencia misericordiosa del Padre Ángel.

Lo importante parece ser la judicialización de la vida política

¿Y la importante tarea de administrar, de gobernar y de procurar el bien común? ¿Y la atención a las necesidades perentorias de los españoles, con especial hincapié en esas colas del hambre que no paran de crecer? ¿Y la no menor prioridad de reconstruir pueblos enteros destruidos por la Dana? Todo ello queda en segundo plano. Lo importante parece ser la judicialización de la vida política, que se ofrece al ciudadano como espectáculo constante, sucedáneo de sus preocupaciones y entretenimiento para desviar la atención de sus verdaderos problemas.

Decían que, en el anterior Régimen, el fútbol era el recurso para evitar que los españoles pensaran en otras cosas; ahora, además del incremento del llamado deporte-rey, existe un bálsamo de Fierabrás muy eficaz: el espectáculo de la España oficial, a modo del soma de la novela de Huxley. Menos mal que, de momento, el público no parece compartir el odio que se destila entre sus clases directoras.

¿Y cuándo se acabe el recreo…?

Nos podemos hacer la misma pregunta con la que acaba el chiste mencionado: ¿Y cuándo se acabe el recreo…? Es decir, cuando la porquería institucionalizada nos cubra totalmente la cabeza, tragando el contenido de la apestosa balsa y sin dejarnos respirar en libertad el aire libre.

Solo se me ocurre -disculpen la nota pesimista sobrevenida- que, en ese momento, juzgaremos que estamos inmersos en un Estado fallido, en el que las instituciones y las leyes habrán perdido toda su vigencia y eficacia; en consecuencia, nada va a creer en ellas ni se preocupará más que de su supervivencia personal.

Nos pondremos a la faena, juntos, de regenerar esta triste Patria.

O, a lo mejor -añado con cierto optimismo- esta situación presente servirá de revulsivo; dejaremos los españoles de creer en los cuentos de hadas oficiales, en los relatos de esa clase política; se borrarán de nuestro léxico, incluso, los latiguillos cursis y sin sentido, empezando por la sostenibilidad”, las “perspectivas de género, los “constructos sociales”, la interseccionalidad, el heteropatriarcadoy las reasignacionesY nos pondremos a la faena, juntos, de regenerar esta triste Patria.

Entonces, cuando se acabe el recreo, puede que se vacíe la charca infecta en la que chapoteamos y podamos prestar la atención debida a fechas como la de la de hoy -8 de diciembre,- y volvamos a poner nuestras esperanzas en el gran Nacimiento próximo, cuya conmemoración se avecina.
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