Hoy me he despertado con el soniquete de unos versos casi olvidados, y no sé por qué: «Cuando el sable esté enmohecido y el arado reluciente…»; como suele ocurrir, el runrún no cesaba en mi cabeza, pero no recordaba ni su origen ni dónde los había leído, como a menudo nos ocurre tras una noche cargada de sueño y aparentemente vacía de sueños.
Achaqué la causa de mi desconocida, repetida y molesta atención a esas palabras al hecho de haber cedido a la tentación de enterarme de algunas noticias de actualidad justo antes de retirarme al descanso, cosa que, por razones higiénicas y casi médicas, no suelo hacer; si era así, la estrofa podía provenir de un subconsciente algo agitado por las palabras de la neo-belicista Úrsula Von Der Leyen o por la agria disputa entre las partes del llamado Gobierno español a cuenta del incremento de los gastos de defensa. Claro que tampoco creo que los sables deban llenarse de moho ni los arados reluzcan tanto que denuncien su falta de uso; son perfectamente compatibles trabajo y milicia, ya que ambos cooperan a un bien común…
Qué poco se podían aplicar estas palabras a la sociedad española actual.
Ya totalmente espabilado pero acuciado por mi aparente lapsus de memoria, acudí a esa información variopinta que me puede facilitar el papá Google, que me aclaró que la frase procedía de un proverbio chino, y me proporcionó la continuación del latiguillo que no se me apartaba de la cabeza, y que decía así: «cuando las prisiones estén vacías y los graneros llenos…». Surgió de repente mi yo contestario y me hizo reflexionar sobre qué poco se podían aplicar estas palabras a la sociedad española actual, minada por la delincuencia y la permisividad de las leyes, por una parte, así como, por la otra, por las dificultades que pasan muchos compatriotas para llenar la cesta de la compra o para encontrar una vivienda digna, por ejemplo.
Pero sigue el proverbio: «cuando las escaleras de los templos estén gastos y las de los tribunales cubiertas de hierba»; ¡válgame Dios!, aquí ni lo uno ni lo otro; con respecto a lo primero, porque la secularización sociológica y el laicismo oficial llevan a que muchas iglesias se vacíen de fieles y la humana e inevitable ansia de búsqueda del Absoluto lleve a algunos a la búsqueda de vericuetos y sucedáneos, a cual más pintoresco; con relación a lo segundo, la hierba no puede cubrir los accesos a las salas de justicia, especialmente por el trajín de tantos políticos, consejeros, expertos y familiares que están siendo investigados, encausados o llamados a declarar por los turbios tejes y manejes que se están dando al margen de las leyes positivas y morales; las corrupciones, sobornos, trapicheos y uso del dinero público (que ya sabemos “que no es de nadie”) para negocietes, francachelas y dádivas generosas a señoritas de vida desairada.
Una política de equidad, según la cual cada uno reciba lo que le corresponde.
Sigo leyendo: «cuando los médicos vayan a pie y los panaderos a caballo…» Me imagino que el sabio chino no se refería a menospreciar a los profesionales de la medicina, muchos de los cuales se ven obligados a buscar mejores sueldos allende los Pirineos ni a reivindicar que los profesionales más humildes los reemplacen en el uso de vehículos de lujo, pero sí se puede entender entre líneas, no un igualitarismo demagógico y de manual, ni el mantenimiento de unos muros sociales, y sí una política de equidad, según la cual cada uno reciba lo que le corresponde; ni la especulación de los intermediarios ni los bajos salarios ni los lujos desmedidos, todo ello en un marco en que la picaresca se prodiga por doquier,
Y concluye el proverbio oriental: «…entonces estará bien gobernado el imperio». Lo traduzco en términos más actuales y realistas, también esperanzados: cuando imperen la justicia social y la solidaridad, cuando no se dé un Estado que se pueda considerar fallido, cuando exista un Gobierno que ejerza como tal y actúe para todos los españoles, sin discriminaciones territoriales ni partidistas, sin acceder a chantajes para la búsqueda de apoyos…; cuando los representantes elegidos hagan gala de una dignidad privada y pública y se apliquen a las tareas para los que han sido promovidos por la población, cuando los escaños que ocupan no degeneren en Patio de Monipodio…; cuando los ciudadanos de a pie recuperen sus cualidades entrañables y, plenamente despiertos, sean capaces de exigir y de dar…
Pero, ¿dónde demonios había leído antes el proverbio redescubierto? Abrí libros añejos y repasé mi memoria. Nada de nada. Estaba a punto de achacar el olvido a las inevitables faltas de memoria que provocan los años, cuando se me encendió la lucecita. En mi biblioteca encontré, por fin, la referencia buscada: servía de frontispicio o proemio al libro Frente a frente, que es la transcripción del juicio que tuvo que afrontar hace muchos años en la prisión de Alicante un tal José Antonio Primo de Rivera.