España mercurial
No es ninguna novedad. Cada año, en mis recorridos salmantinos, me es dado contemplar, con bastante vergüenza ajena, algunos carteles de carretera donde la expresión oficial Castilla-León ha sufrido la modificación de que el primer topónimo estaba tachado con bastante rabia, así como pintadas de “León solo”. He dicho con vergüenza ajena, pero mejor hubiera sido decir con vergüenza propia, al ser de una región donde esos provincialismos se han llevado al paroxismo, al adentrarse, de forma nada soterrada, en el nacionalismo separatista, ese que denominan las voces oficiales con el eufemismo de independentismo.
A estas alturas, nada me extraña de esta España carnavalesca y esperpéntica. Ha sido el alcalde socialista de León, José Antonio Díez, quien ha vuelto a destapar la caja de los truenos al proponer que León sea comunidad autónoma, «independiente de Castilla»; añade que se trata de una «batalla territorial», basada en «la historia y los méritos» leoneses; menos mal que precisa que «nada tiene que ver con la independencia, pero sí con nuestro derecho a nuestro propio autogobierno y a tomar nuestras propias decisiones». La repetición nuestro-nuestro-nuestras es curiosa y significativa, y discrepa de mi léxico particular, que solo recurre al posesivo para España; y también para Europa, en aras a la universalidad. No entro ⎼por desinterés⎼ en las posibles razones políticas (léase partidistas) de la ocurrencia.
Cuando se me ocurre visitar tierras de España me siento cómodo, feliz y propio en cada una de ellas
No seré yo quien discuta la historia y los méritos del antiguo reino de León, precisamente cabeza y origen de otros reinos españoles medievales. Tampoco se me va a ocurrir poner en entredicho la figura de uno de mis patronos entrañables, san Fernando, en vida Fernando III, rey de Castilla y León, y adelantado a la unidad de todos los reinos que conformaban aquel puzle en la Edad Media, añorante, eso sí, de la unidad perdida con la invasión musulmana, pero empecinado ⎼como ahora⎼ en luchas intestinas.
Cuando se me ocurre visitar tierras de España me siento cómodo, feliz y propio en cada una de ellas, me deleito en disfrutar de sus paisajes, de su arte, de su historia, de sus costumbres, pero siempre sin perder de vista el conjunto. Además, soy extremadamente suspicaz cuando se añade el sufijo ismo a un gentilicio, pues me viene a la memoria la advertencia de Antonio Machado referido a su tierra andaluza: «━Según eso, amigo Mairena, un andaluz andalucista también sería un español de segunda clase. ━En efecto, respondía Mairena, un español de segunda clase y un andaluz de tercera».
En los años de la Transición, cuando se estrenada el Estado de las autonomías, se hizo popular el grito «¡España entera y solo una bandera!» Nunca me adherí a ese eslogan, primero por la ramplón de la rima y, sobre todo, porque hay bastantes enseñas territoriales de probada tradición y certeza ⎼otras, de novedosa invención⎼, que tienen cabida junto a la rojigualda de todos; en todo caso, la de León es fetén, así como las barras del senyal reial de la Corona de Aragón (en realidad, bastones de oro sobre campo de gules), que han asumido todos los antiguos territorios de aquella Corona.
Me siento leonés en León, andaluz en Andalucía, murciano en Murcia… y, por supuesto, sin abdicar de mi condición de catalán, que es una de esas formas de ser español.
Pero iba diciendo que los ismos siempre me han olido a chamusquina; por mi parte, me siento leonés en León, andaluz en Andalucía, murciano en Murcia… y, por supuesto, sin abdicar de mi condición de catalán, que es una de esas formas de ser español.
¿Sería León, en concreto, más próspero y feliz si, de acuerdo con los leonesistas y el alcalde citado, conformara una autonomía distinta a la castellana? Me cuesta creerlo. Tampoco veo nada lógica su anexión a Asturias, aunque de allí naciera la empresa de la Reconquista. ¿Y qué opinarían los zamoranos y salmantinos, por su parte? Todo me parece un completo dislate, al que solo superan unos artificiales Països Catalans y el ensueño euskaldún de la conquista de los territorios transpirenaicos.
Claro que, con esta Constitución, tan abierta a las interpretaciones, puede ser posible todo, como esa "disposición transitoria cuarta" que pende como espada de Damocles sobre los navarros. Creo que fue Gregorio Peces-Barba ⎼uno de los padres de la Nicolasa⎼ el que dijo que con este texto constitucional y el control del Tribunal Supremo es posible hacer de todo. Y en eso estamos, como se ve.
Me temo que la España actual es tan líquida como el resto de realidades (economía, política, matrimonio, amor…), al decir de Bauman; y, si no líquida, fácilmente moldeable según las apetencias de los políticos de turno y su necesidad de votos para completar mayorías parlamentarias. Aunque, lo que verdad tenemos es una España mercurial, en la que los distintos grupúsculos se separan, se disgregan, se agrupan o se vuelven a separar, según el gusto de sus mandatarios y caciques.
Deseo con toda mi alma que tome cuerpo España en unidad, sin perder su variedad y pluralidad.
Deseo con toda mi alma que tome cuerpo España en unidad, sin perder su variedad y pluralidad, al modo de la columna de mercurio en un termómetro, para dar la temperatura normal a nuestro pueblo, si es que ya se ha cansado de vivir disparates; sin que la columna suba excesivamente ⎼síntoma de fiebre⎼, porque entonces ya sabemos lo que puede pasar, ni por debajo de la temperatura normal, porque de ese modo podría anunciar su fallecimiento.
De momento, a la espera de que se forme esa columna mercurial lógica, me apresuro a proclamarme, por mi cuenta y riesgo, ente autónomo personal e intransferible, por si las moscas, y con un total desdén hacia todos los ismos provincialistas y terruñeros habidos o por haber en esta Piel de Toro.