Laicismo por decreto.

Esta secularización va mucho más allá del respeto a la libertad personal, (...) Se trata de borrar cualquier rastro de religiosidad, en concreto, la católica, de la sociedad española.

Laicismo por decreto

Las fiestas patronales con fecha señalada están perdiendo el adjetivo patronal para quedar reducidas, simplemente, al sustantivo que anuncia unos festejos anuales, que podrían celebrarse en cualquier día del año u ocasión. De este modo, en la memoria del ciudadano, especialmente de los más jóvenes, se va borrando sistemáticamente la razón por la que se ocia en el trabajo, se propicia un buen puente para una escapada o se engalanan edificios oficiales.

Viene dada esta situación por el empecinamiento del Sistema ⎼más allá de su adscripción en izquierdas o derechas⎼, encarnado en los consistorios en este caso, en confundir aviesamente la no confesionalidad del Estado, según el artículo 16.3 de la Constitución, aun supuestamente en vigor, con el puro y duro laicismo.

Nada importa que el mencionado artículo de nuestra Carta Magna vigente añada que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española, pues, por lo menos en el caso de Cataluña y más concretamente en el de Barcelona, estos poderes se despepitan por felicitar efusivamente a las comunidades musulmanas ⎼in crescendo⎼ su fiesta del Ramadán y, sin embargo, fincan callados, en la Pascua cristiana o, en el caso que nos ocupa, en la celebración de la Patrona de Barcelona, Nuestra Señora de la Merced.

Uno espera de muchas otras mercedes ante plagas de nuestra época

El origen oficial de esta fiesta data de principios del siglo XX, pero la tradición popular la venía celebrando desde el siglo XIII, cuando san Pedro Nolasco y san Raimundo de Peñafort, nobles barceloneses, se aprestaron a la redención de cautivos; también existe la leyenda popular de una plaga de langosta que fue frenada por el patrocinio de Nuestra Señora, que, así, concedió un favor o merced a quienes la invocaban. Uno espera de muchas otras mercedes ante plagas de nuestra época, que no menciono dado que está a punto de caer la nueva ley-mordaza…

La cartelería con que hogaño se inundaron las farolas y las fachadas públicas de nuestras calles convidaba a todo tipo de actividades lúdicas, bajo el equívoco nombre de La Mercè, con lo que, tanto el ciudadano no avezado a la tradición como el turista podían entender que tras él se ocultaba una chica de barrio o una vendedera de mercado de La Boquería; o, en caso de la cultura del lector de la propaganda tuviera más alcances, siempre dentro de la mentalidad secularizada y laica predominante, que era un día especial para recibir favores o mercedes, al modo mágico en que han devenido las fechas de la Natividad del Señor vía Hollywood.

Para que no quepa duda alguna, el Consistorio barcelonés eliminó del programa de actos la misa solemne en la Basílica, medida que procedía de una iniciativa de la señora Ada Colau ⎼de infausto recuerdo para la ciudadanía⎼ y en cuyo seguidismo laicista se aprestó hogaño el señor Collboni, su sucesor.

Cada cual tiene perfecto derecho a tener o no convicciones religiosas

La secularización de las festividades de origen religioso ya es un hecho en casi toda España; así, oímos hablar de los sanfermines o de los pilares de modo natural, y no es en absoluto negativo, en tanto que representan festejos populares de gran resonancia nacional e internacional; siempre y cuando, claro está, no se pretendan hurtar deliberadamente los patronazgos religiosos a que dan origen, como en el caso de las fiestas mercedarias de Barcelona. Cada cual tiene perfecto derecho ⎼antes de que lo consagrara la Constitución⎼ a tener o no convicciones religiosas y de guardar reservada su alma en su almario, y esperar la fiesta para alargar la hora del aperitivo o ir a los toros (allí donde aún están permitidos y no haya intervenido la inquisición antitaurina o la cobardía empresarial, y ustedes ya me entienden…).

Pero esta secularización va mucho más allá del respeto a la libertad personal, pues precisamente se trata de agraviar conscientemente las creencias de una parte de la población: se trata de borrar cualquier rastro de religiosidad, en concreto, la católica, de la sociedad española. Esta ocultación ha sustituido a la tea incendiaria de otros tiempos, por ejemplo, cuando en Barcelona solo quedaron en pie dos iglesias, y eso porque fueron tapiadas y vigiladas por los Mossos d'Esquadra por su cercanía al palacio de la Generalidad, y se argumentó que era por salvaguarda del patrimonio artístico; no corrió la misma suerte la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, ni la imagen de su cúpula, que tuvo que ser reemplazada en la posguerra tras su derribo en 1936.

Miles de barceloneses llenaron la basílica ese día y las colas para subir al camerino de la Virgen

Sinceramente, me importa un ardite que las autoridades barcelonesas asistan corporativamente a la solemne ceremonia en honor de Nuestra Señora de la Merced, y que se pierda el carácter oficial de la misa al no estar incluida en el programa de fiestas del Ayuntamiento; es más, con o sin autoridades, lo cierto es que miles de barceloneses llenaron la basílica ese día y las colas para subir al camerino de la Virgen fueron casi kilométricas; es una señal de que el laicismo por decreto aún no ha logrado sus objetivos y que se mantiene en una gran parte de la población una religiosidad que, además de responder a una tradición, tiene más calado y profundidad.

El día 24, festividad de la Mercè, un servidor intentó entrar en la basílica y no lo logró por la afluencia mencionada; pero no dejó de invocar a san Raimundo de Peñafort y a san Pedro Nolasco para que siguieran redimiendo a los nuevos cautivos en nuestra sociedad, incluyendo a los del acatamiento acrítico del laicismo del Sistema.