Opinión

La implacable 'selección de personal' inmigrante que acceda a Cataluña.

Ya lo saben los inmigrantes hispanos: elegir otras comunidades autónomas porque aquí, en la Cataluña de Illa, Sánchez y Puigdemont, serán implacablemente 'seleccionados'.
2025-03-09-Parra-1w

Hace exactamente un mes (9 de febrero), mi artículo Hecha la ley… pretendía reflejar lo que ahora ha visto la luz y suscita un debate político (efímero como todos) sobre la posible constitucionalidad o no, sobre la conveniencia o sobre la utilidad –esto último para Sánchez y Puigdemont– de echar mano del artículo 150.2 de la Constitución para hacer mangas y capirotes del 149.

Me temo que la polémica actual se disolverá como un azucarillo en un vaso de agua, como pasó con aquel rasgar de vestiduras ante la amnistía y, en general, ante todos los chanchullos y trapacerías, sean judiciales, económicos o eróticos con que nos informan a diario algunos periódicos aún no controlados; seguro que el Sr. García-Page amagará alguna que otra firme discrepancia, y aquí paz y después gloria, incluso se podrá contar con la aquiescencia de la oposición para algún retoque de la futura ley orgánica.

Llevar a cabo una implacable selección de personal inmigrante.

La Generalitat de Cataluña, regida por el Sr. Illa, pero cuyos hilos maneja el tándem del presidente del Gobierno español y el fugado de Waterloo, tiene hace tiempo entre sus perspectivas, que ahora serán bendecidas por una ley orgánica ad hoc, las de llevar a cabo una implacable selección de personal inmigrante que acceda a esta parte de España. Veamos las razones de esta obsesión competencial…

Como todo nacionalismo, el de Cataluña precisa de un elemento, no solo diferenciador, sino edificante para todo su montaje; no puede considerarse el territorio, porque su variedad equivale a la de otras regiones de España; también, pasaron los tiempos en que la raza podría ser el “pal del paller” (expresión en catalán que quiere significar el fundamento sobre el que todo gira, al modo de la paja acumulada).

Y no es que hubiera suficientes autores que se hacían lenguas de una raza catalana distinta a la española: Almirall, Pompeu Gener, Sampera i Miquel, Bartolomeo Robert…, pero el resultado de la SGM hizo ver –al igual que a los discípulos de Sabino Arana– que eso del racismo estaba muy feo y podía ser asimilado a las esvásticas y tal…

«La lengua es la señal de la raza» (Rovira i Virgili)

Entonces surge el sucedáneo, que es la lengua, el idioma propio; y se atesora aquello de Rovira i Virgili de que «la lengua es la señal de la raza». Este etnicismo lingüístico (no empleamos el feo término de racista) tiene la ventaja de que no hay que medir ángulos faciales ni buscar el factor RH, sino que, mediante una serie de cursillos y de inmersión a toda pastilla, el nouvingut (traduzco: el recién llegado) puede ser considerado ya como catalán de tantos apellidos como queramos, aunque sea de forma simbólica.

Pero el gran problema surge porque una parte importantes de los que buscan en España un mejor nivel de vida para ellos y para sus hijos proviene de una cultura mestiza (término odioso para cualquier etnicista), como es la hispanoamericana o la hispanofilipina (y desterremos, por favor, la estupidez de “latinoamericana”); y este inmigrante hispano tiene su propia lengua –la española– y es reacio a cambiarla por otra; este empecinamiento choca de frente con los propósitos de asimilación al nacionalismo catalán.

Sin embargo, hay otro importante sector de inmigrantes, mucho más sagaz y teóricamente acomodaticio, que se presta a asumir la nueva lengua en público; no así, evidentemente, otros aspectos de su cultura, como cuestiones de vestimenta, de tabús a la hora de sentarse a la mesa, de la consideración de la mujer, etc. Este último sector inmigrante es mucho más preferido al otro, como se ha venido comprobando a lo largo de los años, por la Generalidad catalana; creen los muy ingenuos de los nacionalistas que es más fácilmente asimilable, sin advertir que su objetivo último quizás sea la existencia de una República Islámica de Cataluña, cuya avanzadilla ya son algunas localidades de lo que llaman Cataluña interior.

Dando prioridad de acogida a quienes no son castellanohablantes.

Con las nuevas atribuciones, la Generalitat podrá, impunemente, proceder a una selección de personal, dando prioridad de acogida a quienes no son castellanohablantes, pero prometen sobre el Corán que es cosa de días, y denegándosela a los que llaman panchitos despectivamente.

Estoy convencido de que saldrá adelante la jugada Puigdemont-Sánchez en cuanto a esta delegación de competencias en el tema migratorio; es más, será apoyada por todo el colectivo Frankenstein, incluidos los chicos y chicas de Podemos que ahora ponen el grito en el cielo: es pura algarabía. Para la oposición, que ahora también está alborotada, será un nuevo trágala en este camino hacia la desmembración de España.

En la estrategia zapatero-sanchista ya se le llamó hace años federalismo asimétrico, que es equivalente, en román paladino, a un confederalismo, es decir, a un acuerdo entre diversas soberanías casi absolutas y un Estado nominal (o fallido), que puede ser roto cuando a las partes les convenga.

Ya lo saben los inmigrantes hispanos: que elijan otras comunidades autónomas porque aquí, en la Cataluña de Illa, Sánchez y Puigdemont, serán implacablemente seleccionados.


Artículo 150.2 de la Constitución.

El Estado podrá transferir o delegar en las comunidades autónomas, mediante ley orgánica, facultades correspondientes a materia de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación. La ley preverá en cada caso la correspondiente transferencia de medios financieros, así como las formas de control que se reserve el Estado.

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