Notre Dame para lista: Su católica majestad, ausente.

Era el símbolo: Notre Dame. Macron reunía a Europa y lo hacía porque él, muy laico, en su momento más crítico se aferra a la catedral y a la historia.


Rafael Dávila Álvarez es general de división (R) y tiene un blog personal en el que proyecta su necesidad de escribir, sin tapujos ni temores: generaldavila.com. El artículo que se transcribe lo publicó el 9 de diciembre de 2024. Leerlo en su sitio web original.

Así, Europa intentaba recordar sus orígenes -y sus luchas-, su infinita historia que bien podría decirse que forjó el mundo en la inteligencia del espíritu.

Todavía pueden verse en muchos pueblos y ciudades de España cómo la geometría espiritual fue escrita en su construcción alrededor de una pequeña o gran iglesia. Como nidos al cobijo del árbol, ermitas, iglesias grandes o pequeñas catedrales, retiros espirituales, fueron el centro de la cultura, de la convivencia, de la creencia, de la sabiduría al fin.

Así creció Europa y su civilización: la cristiandad. Alrededor de una oración oculta en bóvedas de piedra. Por eso quemaron en España las iglesias y las catedrales. Nada como acabar con el símbolo. Eso se sabe desde el comienzo. Lo espiritual e indestructible del símbolo. Una vez que se hace desaparecer no queda nada: la bestia.

«¡Es un procedimiento que no exige ni dinero ni medicina, ni brujería de clase alguna. Salid al aire libre, coged una azada y removed la tierra de los campos. Circunscribid vuestro ser y vuestro pensamiento a un círculo reducido. Manteneos de alimentos simples: vivid entre bestias, como una bestia, y no os desdeñéis de echar vos mismo abono en el campo que cultivéis. Este es el mejor procedimiento para vivir joven hasta los ochenta años» (Mefistófeles en Fausto).

Ahora en medio de la guerra incierta Europa, que declina, quiere recuperar lo que fue, alrededor de la catedral herida mortalmente porque ya no se reza, se incendia. A pesar de ello todavía queda quien se esfuerza en su reconstrucción.

Alejandro III (1163) inaugura Notre Dame de París, y después de aquello, fue guardado, protegido el misterio, entre piedras que no eran de uno u otro estilo, sino del estado del alma, de cada tiempo, de todos los tiempos, sin importar quienes rezaban o bajo qué misterio se habían colocado aquellas piedras;  hasta el sonido de las campanas era música originada en incierto lugar que solo la misericordia de Víctor Hugo había encerrado en Quasimodo.

Era el símbolo: Notre Dame. Macron reunía a Europa y lo hacía porque él, muy laico, en su momento más crítico se aferra a la catedral y a la historia. Unos rezaban, la mayoría no sabe hacerlo, otros estaban y otros se disculparon sin dar explicaciones.

Ahora es otra Europa, algo distinto, de muy difícil reconstrucción, incierta, sin bendición, precisamente a las puertas de la Navidad, cuando Dios-hombre lo retiramos para dar entrada al hombre-dios.

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