Al final, Puigdemont no ha vuelto
Una vez más Puigdemont ha incumplido su promesa de volver a España… lo sabíamos… Dijo recientemente que volvería, aunque lo detuvieran, que se acabó lo de hacer campañas electorales desde el extranjero ¿Pero por qué esta vez iba a ser diferente? Nunca lo creí, y lo dije. Pero muchos se lo creyeron.
Les dijo a sus compinches, que afrontaron un juicio y la cárcel, que él era más útil desde una mansión en Waterloo.
Una vez más ha mentido, una vez más se ha comportado como el miserable cobarde que es; como cuando huyó en 2017 y les dijo a sus compinches, que afrontaron un juicio y la cárcel, que él era más útil desde una mansión en Waterloo; pero que contaban con su simpatía y que les mandaba ánimos.
Ante lo visto, se puede hablar más que de una vuelta, de una incursión en Cataluña, o más bien, de una excursión con gastos pagados, ya que no hemos asistido a otra cosa que, a una farsa, perfectamente orquestada. Todo estaba pactado ¿Alguien que tiene pavor a la cárcel va a correr un riesgo real de ser detenido? Alguien aparece en público en Barcelona, suelta un mitin, y al instante siguiente desaparece ¿Es el gran Houdini? ¿Eso es creíble si no es consecuencia de un pacto? No ha faltado el paripé, claro: controles de carreteras, mossos desleales (o más bien leales a Puigdemont), exigencia de responsabilidades.
Los actores implicados: Sánchez, por supuesto, Illa, ERC, el consejero Elena, los mandos de los mossos.
Engañados por Sánchez por prometerles una amnistía que no era aplicable a todos los delitos cometidos por Puigdemont
La razón: pues otro capricho del pelomocho satisfecho por Sánchez. Quizá veamos en breve, o no tan en breve, que hay que disimular, cambios en el apoyo parlamentario de Junts a la secta sanchista, después de sentirse engañados por Sánchez por prometerles una amnistía que no era aplicable a todos los delitos cometidos por Puigdemont, por más que él mismo la redactara para intentar asegurarse de que la cosa no iba a fallar (aunque disimular no sea el fuerte de esta gente, más bien el descaro).
¿Y qué gana Puigdemont con ese montaje? Intentar mantener viva su figura, que se hable de él en el extranjero; quizá alberga la esperanza de reavivar el fuego de un movimiento secesionista que ya se parece más a la falsa llama de una chimenea eléctrica. Qué mejor manera de estar en el foco mediático que anunciar una vuelta fingida, con todo pactado, con el regreso a su guarida asegurado, con billete de ida y vuelta. Y todos contentos, incluso es probable que la performance estuviera incluida en el acuerdo para hacer a Illa presidente.
No descarto que Puigdemont tuviera previstos varios escenarios, es posible que la cosa hubiera sido muy diferente si al llegar a Arco de Triunfo le hubiera estado esperando una multitud semejante a aquellas que se manifestaban al principio del procés. Tal vez se habría quedado, habría afrontado lo que viniera. Pero vamos, que “el presidente legítimo vuelva del exilio”, después de siete años, y que lo reciban cuatro enfermos de procés, pues “mejor me vuelvo”. Así que siguió el plan B y cogió el autocar de vuelta.
Vaya película que me he montado, ¿eh?
El procés, en sus estertores, aún nos puede dar para unas buenas risas. A lo mejor, ni siquiera era Puigdemont el que hemos visto… sino un actor del Polonia… Lo más probable.