Salutación y reencuentro
Primero, un poco de historia. Como todos sabemos (y padecimos), el año 2017 fue el de la cristalización del golpe de Estado llevado a cabo por el nacionalismo separatista en Cataluña, que es un movimiento que concibe la catalanidad como un coto cerrado al que solo pueden acceder, mediante asimilación a ellas, quienes no participan de unas pretendidas características etnicistas y culturales reclamadas por aquél como exclusivas. En tal circunstancia, la confusión, el miedo, el dolor, la rabia, el sentimiento de indefensión, fueron las emociones negativas que embargaron a los otros catalanes, aquellos que integraban, integran y seguirán integrando en una unidad natural su catalanidad y su españolidad, y que no conciben que haya disociación de ningún tipo entre ambas calidades. Como se expresa en la afortunada imagen puesta en circulación por los amigos de Dolça Catalunya: un catalán es un español como un pino es un árbol.
Esa cerrazón fanática del separatismo, tan inútil como artificial, tan irracional como peligrosa, produjo días sombríos y tristes para la convivencia entre quienes habitamos esta orilla del nordeste español, hasta el punto de verse afectadas incluso las relaciones más sagradas, como son las familiares, provocando también la aparición en la sociedad catalana de coacciones y violencias, tanto morales como físicas, impensables no mucho antes, aunque el huevo de la serpiente hacía tiempo que venía incubándose. Ante tal panorama, un pequeño grupo de personas, urgidos moral, cívica y humanamente por lo que veían acontecer a su alrededor, se hicieron unas simples pero exigentes preguntas: ¿Qué podemos hacer nosotros? ¿De qué manera podemos contribuir para combatir esta locura?
Resonó así un nuevo grito de ¡Desperta ferro! ciudadano.
No fueron los únicos que se interrogaron al respecto. Por doquier surgieron, alrededor de aquellas fechas, personas, movimientos, asociaciones y diversidad de grupos que, movidos por el afán de quienes no admiten que se les trate como súbditos en su propio país ni que se les arrebate éste, se aprestaron a dar respuesta al desafío. Pacífica, pero firme. Voluntariosa, pero exigente. Resonó así un nuevo grito de ¡Desperta ferro! ciudadano, que se materializó en las manifestaciones multitudinarias que tuvieron lugar en Barcelona los días 8 y 29 de octubre de aquel mismo año.
La respuesta que dieron aquel grupo de personas a las preguntas que se planteaban fue la de alumbrar un medio de comunicación al servicio de los movimientos y grupos nacidos en aquella tesitura histórica. El medio se llamó Salir al Aire, y, durante casi tres años, su voz se fue expandiendo poco a poco entre los catalanes que se rebelaban contra la antidemocrática e irracional condición de siervos que se les quería imponer. La sobrevenida epidemia del coronavirus, con sus efectos colaterales en muchos campos de la actividad, truncó momentáneamente el desarrollo de la publicación. También, la confusa sensación que se fue extendiendo por el cuerpo social de que el mal sueño había pasado tras la aplicación gubernativa de las medidas constitucionales para restablecer el orden, el famoso artículo 155, aminoró muchos esfuerzos.
Sin embargo, algunos presagiamos entonces que la locura no había desaparecido, sino que seguía en estado latente, furtivo, dispuesta a hacerse visible y a actuar en cuanto creyera que las circunstancias le volvían a ser propicias. Hoy hay muchos indicios de que esas circunstancias pueden volver a darse, y que no podemos por ello entregarnos a un sueño perverso y tontorrón, como aquél en que estaba sumido el hombrecillo al que se refería Augusto Monterroso en su genial apotegma: Cuando despertó, el dinosaurio seguía allí. Sí: es evidente que sigue y que tiene, podríamos añadir, las garras aún más afiladas.
Esta es la visión y la motivación, hoy, de quienes alumbramos el Salir al Aire de 2017: volverlo a situar en la escena pública en 2024, con el deseo intacto de que sea útil a Cataluña y a España. Sólo que, ahora, sabemos que nuestro mensaje tiene que llegar mucho más allá que el marcado por la pequeñez, en términos históricos y morales, de la lucha contra el separatismo nacionalista. Ésta es necesaria, pero insuficiente. Debemos enmarcarla, pues, en horizontes mucho más amplios.
Ante nosotros está Europa, proa de Occidente, que a veces da muestras alarmantes de decaimiento en la defensa de los valores clásicos que la han construido, cifrados como piedras angulares de nuestra civilización en el trípode de Grecia, Roma y el cristianismo. Y, por supuesto, nuestros hermanos los países hispanos, a quienes el deber de reencontrar en los caminos del mundo para asentar la potencialidad que juntos representamos, con especial atención a quienes, llegados a nuestra casa desde ellos, forman hoy un núcleo de población de singular importancia entre nosotros. Y Portugal, para fortalecer muchísimo más que hasta el presente el viejo ideal de una Iberia común y compartida.
Y, en definitiva, todas las gentes de buena voluntad que pueblan el mundo, porque desde nuestro amor sin fisuras por lo inmediatamente nuestro, sabemos que la verdadera Patria del ser humano es la Humanidad, y que nuestro patriotismo debe ascender desde lo particular a lo universal sin hacer escalas en compartimentos estancos basados en diferencias absurdas.
Salir al Aire quiere ser útil a la sociedad civil.
Salir al Aire quiere ser útil a la sociedad civil. Ella es nuestro campo de acción, alejado de toda sectorialización partidista, y dedicado a fomentar una transversalidad no asentada en la adscripción a partidos políticos concretos de aquellos a quienes les parezca sugerente nuestra compañía, sino en las ideas a poner sobre la mesa de unos y otros para debatirlas en racionalidad y afán de concordia, según la tríada dialéctica filosofal: tesis, antítesis y síntesis, que vendrá a constituir a su vez una nueva síntesis, un nuevo punto de partida dialéctico. Esta es la verdadera forma de ir progresando como seres racionales. Y, siempre, con la divisa del amor y contra el odio por bandera.
Pompeyo Santiago Serna es presidente de la asociación cultural Salir al Aire