Hace unos días comentaba que el pretendido riesgo para el catalán —que actúa como justificante de las políticas lingüísticas orientadas a la exclusión del español en Cataluña— era absolutamente falso considerando el número de hablantes nativos de la lengua y el hecho de que no se percibe ninguna pérdida de transmisión intergeneracional entre esos hablantes nativos. A lo anterior habría que añadir que el catalán es lengua de la escuela, de la administración y de los medios públicos de comunicación autonómicos y locales; así que ese riesgo del que tanto se habla es absolutamente ridículo.
Con frecuencia se ignora que la lengua mayoritaria entre los catalanes no es el catalán, sino el castellano.
Pero hay otro factor que no comentaba el otro día. Quería centrarme en los hablantes nativos, aquellos que tienen el catalán como lengua materna (un 35% de la población de Cataluña) porque, con frecuencia se ignora que la lengua mayoritaria entre los catalanes no es el catalán, sino el castellano. Dejaba para hoy la otra dimensión de la cuestión: el número de hablantes del catalán que no lo tienen como lengua materna. Un número que en Cataluña supera con mucho el de hablantes nativos.
Se destaca poco esta circunstancia. El catalán pertenece al selecto grupo de lenguas en las que son más los hablantes que lo han aprendido como segundo o tercer idioma que quienes lo tienen como lengua materna. En Cataluña tienen el catalán como lengua materna 2.200.000 personas, aproximadamente; pero el número de catalanes que lo entienden, lo hablan, lo leen y lo escriben es mucho mayor. El número de personas que escriben el catalán más que dobla el de personas que lo tienen como lengua materna, y el de personas que lo entienden multiplica por tres el de personas que lo tienen como lengua materna.
El número de hablantes del catalán supera con mucho al de personas que lo tienen como lengua materna.
Podría no ser así. En otros países con varios idiomas no se da por sentado que los miembros de una comunidad lingüística acaben conociendo la lengua de otra comunidad; sin embargo, aquí se asume con naturalidad que tanto quienes tienen el castellano como lengua materna han de aprender catalán como que los que tienen el catalán como lengua materna han de dominar el castellano. El resultado es, como digo, que en Cataluña el número de hablantes del catalán supera con mucho al de personas que lo tienen como lengua materna; lo que, de nuevo, habla muy poco del pretendido riesgo de desaparición del idioma.
Los datos anteriores, sin embargo, no hacen fruncir el ceño a los nacionalistas, quienes prefieren insistir en que el uso porcentual del catalán disminuye.
No discutiré que eso pueda pasar. Según los datos del Idescat, el catalán era la lengua habitual (aisladamente o junto con el castellano), de más del 50% de la población en el año 2003. En el año 2008 esa cifra había bajado hasta el 47%. En el 2013 era del 43% y en 2018 se mantenía en el 43%. No descartaría que cuando se tengan datos más actualizados ese porcentaje sea menor.
El porcentaje de los catalanes que entienden el catalán se mantiene constante en el 94%
Ahora bien, ese menor uso del catalán no va acompañado de un aumento en el desconocimiento del idioma. Al revés. El porcentaje de los catalanes que entienden el catalán se mantiene constante en el 94%; pero el porcentaje de catalanes que lo hablan ha pasado del 74,5% en 2003 al 81,2% en 2018. El porcentaje de catalanes que lo leen ha subido desde el 74,6% de 2003 al 85,5% de 2018 y el de catalanes que lo escriben ha pasado del 49,8% en 2003 al 65,3% en 2018.
Esto es, si no se utiliza más el catalán no es porque los catalanes lo desconozcan, sino que, por las razones que sean prefieren utilizar otras lenguas; algo que es perfectamente legítimo y en lo que las administraciones no deberían entrar, puesto que la lengua que las personas deciden utilizar en sus comunicaciones entre sí ha de ser una elección libérrima.
El idioma que queramos usar es cosa de cada uno de nosotros.
Debería espantarnos que desde el poder público se pretenda incidir en esos porcentajes de uso de las lenguas. Al poder público le debería de parecer igual de bien que aumente el uso del catalán como el del castellano o el del árabe. Su función, la del poder público, se agota en proporcionar los medios para que todos puedan aprender las lenguas oficiales y hacer seguimiento del nivel de conocimiento de las lenguas. A partir de ahí, el idioma que queramos usar es cosa nuestra, solo nuestra, de cada uno de nosotros.
Cada vez que sale un responsable público cariacontecido diciendo que disminuye el uso del catalán en la sociedad no puedo evitar pensar que las políticas públicas orientadas a favorecer el uso de una lengua sobre otras son tan ilegítimas como las que pudieran ir orientadas a incrementar el número de personas que tienen una cierta orientación sexual o afectiva, una creencia religiosa o el uso de una u otra prenda de vestir.
En cualquier caso, si lo que se pretende es asustar con la idea de que el catalán desaparece porque su uso social disminuye, recordémosles:
- Entre los hablantes nativos, el uso social se mantiene, puesto que sigue siendo más el uso social del catalán que el porcentaje de catalanes que lo tienen como lengua materna.
- Tanto los nativos como los no nativos son libres para usar la lengua que prefieran, y no es descabellado que alguna preferencia se tenga por usar la lengua materna de cada uno.
- Incluso aunque porcentualmente el uso social del catalán disminuya, el número de personas que lo conocen es cada vez mayor.
- Imponer la obligatoriedad del catalán, como se está haciendo en la escuela, en la administración y en otros ámbitos no creo que contribuya a incrementar su uso. Lo que se impone acaba produciendo rechazo.
- Los poderes públicos han de ser respetuoso con lo que afecta a la intimidad de las personas y su ámbito esencial de libertad. Y la elección de lengua forma parte de esa intimidad y de esa libertad.