Hay que poner fin al intento de deslegitimación de la judicatura
Excelente intervención de la presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.
Destaco dos ideas:
1- Los ataques ad personam a los jueces debilitan el Estado de Derecho.
Por supuesto que las decisiones judiciales pueden y deben ser objeto de crítica y análisis -esto ocupa buena parte de mi tiempo, como profesor de derecho- pero el intento de descalificación genérica, el señalamiento individual y la búsqueda de deslegitimación de los jueces que observamos desde hace tiempo no conducen más que al desastre.
Y, añado, quien, precisamente, no puede criticar las decisiones de los jueces es el poder ejecutivo. Por la posición que ocupa ha de ser especialmente respetuoso con los tribunales y sus decisiones. Y esto no es cosa mía; forma parte de los estándares europeos en relación a la independencia judicial y el Estado de Derecho, tal y como he repetido en infinidad de ocasiones.
2- El acceso a la carrera judicial es transparente, abierto a todos y, además, en contra de lo que tantos predican; no está ocupada por "ricos" o "fachas". Algunos datos: Los padres de un 34% de los nuevos jueces no tienen estudios superiores, ninguno de sus dos progenitores. Siete de cada diez jueces provienen de familias sin vínculo alguno con las profesiones jurídicas.
Los exámenes para acceder a la judicatura son públicos y, en su primera fase, anónimos. ¡Qué diferencia con otros puestos a los que se accede mediante una entrevista sin público en la que ni el entrevistado ni los entrevistadores se acuerdan de lo que le preguntron!
Es un discurso necesario porque el acoso a los jueces desde el poder ejecutivo debe cesar, porque hay que poner fin al intento de deslegitimación de la judicatura y tenemos que evitar que el acceso a la misma cambie. Si los tribunales se convierten también en otro nicho para colocar amigos, parientes y afines y se cierra el paso a los que están dispuestos a estudiar, competir y esforzarse por dominar el complejo mundo de lo jurídico, ¿qué futuro nos espera?