Soy española y estoy muy orgullosa de serlo.

Esta historia no va de territorios, esta historia va de una gran comunidad unida por la diversidad que, a diferencia de otras, destaca por todo aquello que compartimos de formas tan diferentes.

Ser de una comunidad española es el regalo de compartir mucho más que kilómetros de tierra, es sentir la herencia de nuestras tradiciones en cada uno de los trajes regionales, de la música, las lenguas y acentos, y los choques culturales.

Es saborear el país en forma de pinchos, platos, tapas y postres, porque no hay una gastronomía como la nuestra, y precisamente por eso la sobremesa, el aperitivo y el tardeo lo inventamos los españoles.

No puedo enseñarte a sentir devoción por la Almudena, la Virgen del Carmen, la del Rocío o por la incomparable Virgen del Pilar, eso es algo que aprendes de tus abuelos, que te enseñan que la tradición es mucho más que vivir la celebración: es familia, es historia, es cultura y es emoción.

Es oler el ambiente y saber que llega la feria, la Semana Santa, los carnavales o el día de Reyes; y que, a pesar de llamarse de igual manera, en cada comunidad se vive de una manera diferente.

No puedo explicarte esa sensación en el pecho cada vez que juega la Roja, Carlos Alcaraz o Carolina Marín, porque, más allá de su juego, nuestro deporte es admirable en valores y sacrificio.

Porque sí, soy española. ¡A qué quieres que te gane! Porque la rendición no está en nuestro vocabulario.

Porque somos la España madrugadora, la que trabaja cada día para salir adelante, la que estudia para tener un futuro mejor.

Esa España es la que yo admiro incansablemente: maravillosa, acogedora, salá, única, bella, sonora, risueña, encantadora, deliciosa, incomparable.

Soy española y estoy muy orgullosa de serlo.