Por el fin de la política de exclusión
Una práctica que, en lugar de concebir el poder como instrumento para la promoción del desarrollo y la mejora de la vida de todos, ha derrochado enormes recursos en la idea de dividir
Desde que el nacionalismo apostó por la unilateralidad y la ruptura, una determinada forma de hacer política se ha impuesto en Cataluña.
- Una práctica que, en lugar de concebir el poder como instrumento para la promoción del desarrollo y la mejora de la vida de todos, ha derrochado enormes recursos en la idea de dividir.
- Que en lugar de defender el espacio público como el foro del encuentro y la discusión de las distintas opciones, ha puesto todo su empeño en propagar un discurso de confrontación que construya una mayoría para legitimarla secesión.
- Por el camino, se ha tensionado más allá del límite la vida en común, se ha señalado al discrepante y se ha fijado una implacable y férrea ortodoxia del pensamiento.
- Distintas e innumerables facturas se nos presentan, cada día, para recordarnos que el coste de esta sinrazón será mayor del que imaginamos hoy: hemos podido comprobar, con tristeza y estupor, que la intransigencia política y la dureza, inoculadas mediante un trabajo continuo de años, ya han atacado las mentes y los corazones de una parte de nuestra generación más joven.
El resultado del procés: una Cataluña donde emerge una violencia, no ya simbólica, sino dolorosamente real.
El resultado del procés, un programa de construcción nacional de una intensidad sin equivalente en la Europa occidental de los últimos 70 años, y sin otro sentido en un país democrático que el de sellar el monopolio del poder de una élite sobre un territorio, es demoledor para todos: por supuesto, para los no nacionalistas, pero también para los ciudadanos que legítimamente lo son:
- Una Cataluña más angustiada y más triste.
- Una Cataluña más empobrecida y pesimista sobre su futuro.
- También una Cataluña donde emerge una violencia, no ya simbólica, sino dolorosamente real.
- Convivencia quebrada y confusión en muchos ciudadanos acerca de los principios que deben cimentar la vida en democracia.
Nosotros hoy, aquí y ahora, exigimos el final del experimento social que ha sido el procés y exigimos también el final de la forma de hacer política que lo ha engendrado.
- Exigimos la restitución de una política verdaderamente democrática por parte del nacionalismo en el poder, una política que reconozca al discrepante como ciudadano en pie de igualdad, que renuncie a la construcción de una Cataluña homogénea que en ningún caso vamos a permitir.
Nuestros valores son y van a seguir siendo la defensa de la libertad política y del pluralismo
Y no lo vamos a permitir porque la Cataluña que se reúne hoy, aquí y ahora, ni acepta la imposición ni tampoco ha sido confundida acerca de lo que significa la democracia.
- Nuestros valores son y van a seguir siendo la defensa de la libertad política y del pluralismo, el rechazo más absoluto a la violencia política, el respeto al Estado de Derecho y a la ley.
- Una ley que es ley democrática y cuyo cumplimiento por todos, y por encima de todos por los representantes de la ciudadanía, es el único antídoto real que existe contra el despotismo.
- Los valores de esta Cataluña que emerge y se hace visible son los mejores valores de la Europa democrática.
- Una Europa democrática en la que se integra plenamente España, a la que no renunciaremos, un país que es hoy, como nos enseña nuestra Constitución, un Estado Social y Democrático de Derecho: la casa común de todos que garantiza la libertad y los derechos de todos, y del mismo modo y con la misma firmeza, la libertad y los derechos de quienes no suscribirían estas palabras.
Exigimos el final de esta apuesta absurda que nos arrastra.
- Si no rectifica, el nacionalismo aprenderá pronto, si todavía no lo ha hecho, que la Cataluña constitucionalista nunca más volverá a ser silenciada, ni podrá ser despreciada, ni devuelta a la oscuridad: esta Cataluña que reclama su legítimo lugar, seguirá reivindicándose sin descanso, y al hacer eso, estará haciendo el mejor servicio a la democracia.
- Hoy aceptamos, aquí, todos nosotros, el reto de la restitución de una realidad que el nacionalismo ha pretendido ocultar.
- Actuando así trabajaremos por la convivencia en el futuro de todos los catalanes en justicia, en paz y en verdadera igualdad, en unos valores políticos que en ningún caso pueden ser los que se nos pretenden imponer.
Ya no existe ninguna Cataluña invisible porque hemos decidido que cualquier futuro para esta tierra dependerá también de nosotros
Los catalanes constitucionalistas afirmamos hoy que no vamos a ser moneda de cambio para nada ni para nadie.
- Si cuando diseñaron el procés contaron con nuestra inmovilidad y nuestro silencio, debemos decirles que han conseguido lo contrario de lo que pretendían.
- No aceptamos ni toleraremos nunca la violencia, ni la simbólica ni mucho menos la real.
- Las calles son y serán de todos, no de quien intimida para tomarlas.
- El futuro de Cataluña no será, en ningún escenario imaginable,el asunto exclusivo de nadie.
Ya no existe ninguna Cataluña invisible porque hemos decidido que cualquier futuro para esta tierra dependerá también de nosotros.