El mundo ha sido, es y será un lugar peligroso. La historia de la humanidad a lo largo de estos últimos cinco mil años nos ha mostrado que muchas de las dinámicas de relación entre las comunidades culturales y políticas existentes en cada una de las épocas, que se han ido constituyendo y desarrollando a lo largo de los siglos, tienen algunos puntos de conexión comunes, que determinan un nexo de unión entre sus propias idiosincrasias, debido a la confrontación de intereses en las que han transitado las relaciones entre grupos tribales, pueblos, urbes, civilizaciones, imperios, territorios, estados, países o naciones.
Existe, además, un mantra que se repite y transmite constantemente hacia la opinión pública, hoy más que nunca, que viene a indicar que «en política exterior, los países o las naciones no tienen amistades, sólo tienen intereses»: concepto expresado de muy diversas formas y con distintas acepciones, pero que vienen todas a significar lo mismo.
¿No se habían enterado hasta ahora?
Esta semana, las autoridades de la Unión Europea (UE), los medios de comunicación de cada uno de los países miembros de la misma y la opinión pública de dichos Estados, parece que hubiesen descubierto por primera vez algo que ya se sabía desde hace tiempo, quizás desde siempre: el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (EEUU/USA) proclama a los cuatro vientos que su país tiene unos intereses diferentes a los de la UE. Una pregunta salta inmediatamente al aire: ¿No habían seguido la campaña electoral en la que Donald Trump se convirtió en el 47º presidente de los EEUU? ¿No se habían enterado hasta ahora?
Por si fuera poco, a Trump se le ha desatado la lengua desde que tomó oficialmente el cargo presidencial y arremete contra todo y contra todos: Canadá, Groenlandia, Panamá, México, Colombia, la UE, etc. Contra la UE con especial ahínco; acusándola, entre otras lindezas, de que sus Estados miembros no se rigen por un sistema político auténticamente democrático, a diferencia de lo que ocurre en USA, que él afirma que es el paradigma de la democracia. Estos últimos días, incluso embiste contra Ucrania, responsabilizando a sus autoridades actuales de haber comenzado la guerra con Rusia, que él ahora dice que va a terminar con su gran capacidad negociadora y acusando, de paso, a su presidente electo, Volodímir Zelenski, de ser un dictador.
Sus objetivos de siempre, que no engañan a nadie, vienen reflejados en su lema en campaña: 'America first'.
Donald Trump miente y él lo sabe, pero no le importa. En su ideario político el fin justifica siempre los medios, cualesquiera que estos sean, incluidas la mentira, el engaño, la deslealtad hacia antiguos aliados y la perfidia. Sus intereses están muy por encima de la honestidad de los valores que él se afana en querer aparentar, que representa y que presume defender. El actual presidente de los EEUU de Norteamérica es un fiel y digno representante de un país que se ha forjado como se ha forjado y que lleva una determinada trayectoria política y militar a lo largo de su corta existencia (menos de 250 años). En coherencia con sus objetivos de siempre, que no engañan a nadie y que vienen reflejados en su lema en campaña: America first (América primero), con la habitual apropiación que se hace en Estados Unidos de América del nombre de todo un continente, que parece que sea sólo del pueblo estadounidense.
Un recorrido breve y muy esquemático por la Historia de USA a través de los tiempos, nos acerca a una realidad que no por conocida a veces trata insulsamente de ignorarse, como si el mundo se negase a querer asumir la realidad y hace como si no existiera.
Desde su nacimiento en 1776, el espíritu de los fundadores de los EEUU fue más allá del querer independizar las Trece Colonias británico americanas de la corona inglesa a la que pertenecían, para orientar su verdadero carácter expansivo hacia territorios limítrofes y mucho más allá: ya fuera por compra, tanto a España (Florida), como a Francia (Luisiana) o a Rusia (Alaska), aprovechando momentos de debilidad y de necesidad de los respectivos gobiernos de dichas potencias, así como los corruptos comportamientos de la clase política que gobernaba en esos países; como mediante guerras provocadas por ellos mismos para anexionarse todos los territorios posibles en ese espacio geoestratégico de influencia que decidieron establecer en Norteamérica. Nacería así y se iría constituyendo durante todo el siglo XIX, el embrión de lo que posteriormente se convertiría en un gran Imperio.
EEUU se anexionó un vasto territorio al oeste y al sur de su localización inicial.
La guerra con México de mediados del siglo XIX tendría ese carácter expansivo y de proyección imperialista, aportando a los EEUU la anexión de un vasto territorio al oeste y al sur de su localización inicial (casi 2,4 millones de kilómetros cuadrados adicionales, algo más de cuatro veces la superficie de toda la península ibérica); al que habría que añadir en 1867, 1.717.856 km² más, por la compra a la Rusia de los zares de Alaska. La conquista del Oeste y la expropiación/aniquilación de las tribus indígenas que habitaban esas tierras, producida en la segunda mitad de este siglo XIX, también incorporaría un vasto territorio adicional al Tío Sam.
Ya convertida en una imponente y extensa nación, la guerra que tuvo lugar a finales de ese mismo siglo XIX contra España, justificada con falsos argumentos y muchas mentiras, añadiría nuevos territorios a la influencia de EEUU en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y diferentes islas del Pacífico, mostrando claramente las ambiciones imperialistas del gobierno USA (el Tío Sam). Así fue como en poco más de cien años había surgido una enorme nación-imperio que pugnaría por convertirse en la siguiente centuria en la dominadora del orden político, económico y militar a nivel mundial.
Luego, ya en el siglo XX, vendrían la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, la Guerra Fría, la Guerra de Corea, la de Vietnam, la de los Balcanes, Irak, Afganistán, Siria, etc.; con EEUU ejerciendo ya como primera potencia mundial y expandiendo su influencia en todo el orbe.
Hoy como ayer y como siempre, el Tío Sam muestra sus verdaderos intereses.
Esta es la política exterior de USA y su modus operandi a nivel internacional de siempre. Que nadie se lleve a engaño. Su apoyo decidido a los países europeos en las dos guerras mundiales, tenía una cara B en sus intenciones, más allá de la retórica del buenismo habitual, repleta de intereses estratégicos para consolidar su hegemonía a nivel mundial, tanto económico, como político y militar. Hoy como ayer y como siempre, el Tío Sam muestra sus verdaderos intereses. Una cara que puede no gustarnos pero que es la que es: sin anestesia.
Ucrania será engullida por el oso ruso con el beneplácito de unos Estados Unidos que, de la mano de Trump, han decidido abandonar a su suerte a Zelenski y entregar a su nuevo ˈmejor socioˈ, la Rusia de Putin, el presente ucraniano, en señal de tributo; para que juntos puedan hacer frente a la gran amenaza al equilibrio bipolar en el que ha transcurrido el orden mundial desde 1945: China.
La correlación de fuerzas en el mundo está cambiando rápidamente en este principio del siglo XXI y Estados Unidos está abandonando el eje Atlántico, para concentrar todos sus esfuerzos en el eje Pacífico, donde China le va a disputar ˈferozmenteˈ la hegemonía mundial; de hecho, ya lo está haciendo.
Quiere que Rusia vire hacia USA e impedir que haga frente común con China.
Rusia, el tercer actor de esta historia, a bastante distancia de EEUU y de China, lleva ya un tiempo maniobrando para hacerse notar, recuperar poder y ofrecerse al mejor postor. Ya lo hizo hacia el régimen de Pekín, cuando la administración Biden apoyó a Ucrania después de la invasión rusa de 2022; y ahora Trump, alarmado por la enorme pujanza del gigante asiático, quiere que Rusia vire hacia USA, ofreciéndole el convertirse en su ‘avalista’ para Europa e impedir así que haga frente común con China.
La UE, lamentablemente y aunque no guste el reconocerlo, no cuenta para nada, pues está condenada por su propia idiosincrasia a la irrelevancia a nivel mundial. España, todavía menos; especialmente por la mediocre, inepta, sectaria, endogámica y corrupta clase política que dirige los destinos de nuestro país. Lo que hará que nuestra nación quede relegada a un papel de mera comparsa, en manos de lo que quieran hacer con nosotros los poderosos, que son quienes mandan y al albur de los peligros que estamos viendo de involución democrática promovida desde dentro de nuestras propias instituciones.
Estamos a tiempo de revertir la situación. Reflexionemos y actuemos. España está en serio peligro, sólo el pueblo puede salvarla.