Transversal

Tecnología, lengua y mestizaje: por una catalanidad compartida y un presente de todos.

La situación del catalán —inmersa en pugnas políticas, tensiones sociales y un descenso demográfico— exige una visión amplia que supere la utilización del idioma como herramienta de exclusión o ascenso.
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La irrupción de herramientas de traducción automática y subtitulado abre un horizonte nuevo para la convivencia multilingüe. Sin embargo, Cataluña se enfrenta a desafíos que rebasan lo estrictamente lingüístico: la fragilidad demográfica del catalán, su vinculación a proyectos políticos nacionalistas, la influencia de ciertas élites burguesas en la administración, la instrumentalización del idioma como requisito de ascenso en el poder y la necesidad de un cambio radical en los medios de comunicación. A todo ello se añade la voluntad de muchos catalanes de vivir una catalanidad compartida, sin injerencias administrativas ni renuncias identitarias, donde el mestizaje se vea como fuente de cohesión y no como amenaza.

1. Precariedad demográfica y necesidad de integración

  • Baja natalidad y envejecimiento. Cataluña, al igual que gran parte de las sociedades occidentales, se sitúa por debajo de la tasa de reemplazo generacional, lo que compromete la transmisión familiar de la lengua catalana. 
  • Mano de obra migrante. Sectores intensivos en mano de obra, como el turismo, requieren personal proveniente de otros lugares, sin conocimiento del catalán. El proyecto de catalanidad del catalanismo necesita, por tanto, volcarse en la inclusión lingüística de estas nuevas poblaciones.

 2. Defensa del catalán sin deriva nacionalista

  • Desligar lengua de independentismo. A pesar de su debilidad congénita ciertas corrientes soberanistas han utilizado el catalán como emblema de ruptura; una postura poco acertada, sólo se puede salvaguardar la lengua dentro del proyecto plural y democrático que supone la unidad española. 
  • La diversidad como valor. El reconocimiento de distintas lenguas cooficiales en España enriquece el conjunto del Estado. El catalán, como parte de ese mosaico, se fortalece si trasciende discursos de exclusión. Sólo así se salvará.

 3. Raíces históricas y económicas del catalanismo

  • Proteccionismo y mercado cautivo. El ascenso industrial de Cataluña (especialmente en el sector textil) fue viable por los aranceles y el consumo a escala española, ilustrando la inevitable simbiosis económica con el resto del país. 
  • Reciprocidad histórica. El desarrollo de la región y la prosperidad nacional española se han nutrido mutuamente, afianzando la idea de una España plural donde Cataluña ha funcionado cuando España ha funcionado y viceversa.

 4. Burguesía, administración y permeabilidad

  • Élite y poder autonómico. Desde la restauración de la Generalitat, gran parte de la administración surgió de círculos burgueses, que abandonando la tradicional actividad emprendedora industrial y mercantil, se ha apoderado de la nueva estructura administrativa, imbricando e implicando a la lengua con una imagen de privilegio social. 
  • Resistencia a la apertura. Esta correlación ha impedido que sectores populares, inmigrantes o mestizos sientan el catalán como un patrimonio suyo, al percibirlo como un distintivo de élites.

 5. Modelo productivo poco cualificado y efecto en la lengua

  • Del textil al turismo. Cataluña continúa precisando mano de obra abundante y no siempre cualificada, donde el uso del catalán no resulta imprescindible para la contratación ni la promoción laboral. 
  • Freno al mestizaje lingüístico. Sin incentivos claros, el catalán se restringe a entornos determinados y no se integra de manera natural en la vida cotidiana de la mayoría dando continuidad a la imagen de una lengua minorizada o perseguida. Sin duda una imagen victimista distorsionada astutamente.

 6. La lengua como “peaje” en la pirámide del poder

  • Oportunismo político. Los sectores dominantes emplean el catalán como requisito de pertenencia y distinción, dificultando el ascenso de quienes, por origen o formación, no lo dominen o no lo deseen usar. 
  • Camuflaje histórico. Tal como han denunciado autores como Antonio Robles, en relación al premio Gaudí otorgado a Eduard Sola, ciertas actitudes supremacistas o de explotación se camuflan con ropajes falsos para encubrir prácticas discriminatorias.

 7. El mestizaje: base de la convivencia catalana

  • Legado hispánico. La historia de España está marcada por la confluencia de culturas y lenguas. Este mestizaje histórico puede inspirar una Cataluña que sume, en lugar de excluir. 
  • Orgullo del mestizaje. Al igual que “el gallo negro de la línea 47” de Marcel Barrena, cada vez más ciudadanos catalanes desean vivir su pluralidad sin “pagar” con su lengua, ni encubrir tensiones pasadas bajo símbolos arquitectónicos o retóricas vacías.

 8. Catalanidad compartida: un concepto libre de injerencias

  • Independiente de decisiones administrativas. La catalanidad ha de ser libre y voluntaria, alejada de presiones institucionales o políticas que obliguen a renunciar a signos de identidad. 
  • No renunciar, sino incorporar. La Cataluña del futuro debe ser aquella donde nadie deba renunciar a lo que es por estirpe o cultura; sus diversos signos identitarios deben incorporarse legítimamente como parte de la propia esencia catalana.

 9. La tecnología al servicio de la integración

  • Traducción y subtitulado. Los avances en IA facilitan el aprendizaje y la difusión de todas las lenguas, posibilitando su proyección internacional. No es inteligente capar la tecnología para hacer crecer el corralito.
  • Carácter inclusivo. Para que la tecnología cumpla su función cohesiva, las administraciones y la sociedad civil deben promover un acceso abierto y público, sin reducirla a un producto comercial.

 10. Medios de comunicación: un cambio radical

  • Apuesta por la pluralidad. Los medios han desempeñado un rol clave al difundir y estandarizar el uso del catalán excluyendo la cooficialidad lingüística; actuando actúan como correa de transmisión de discursos identitarios polarizados.
  • Giro de 180º. El nuevo modelo de medios debería promover el conocimiento mutuo, abordar con valentía los abusos o imposiciones del pasado (y del presente) y reflejar la pluralidad lingüística y cultural como un activo de la sociedad catalana.

 11. Hacia una Cataluña de todos y para todos

  • Libertad individual y colectiva. En la construcción de esta catalanidad compartida, cada ciudadano debe poder realizarse, tanto en lo personal como en lo colectivo, sin someterse a peajes ni renunciar a lo que legítimamente le pertenece por origen o herencia cultural. 
  • Símbolo inclusivo. El catalán, lejos de ser un requisito de élites o un arma política, tiene que ganar su posición como puente de entendimiento, herencia viva y expresión de un mestizaje capaz de abrazar las múltiples identidades que coexisten en Cataluña en la arena de la realidad sociolingüística por ofrecer un proyecto mejor de convivencia. No hay otra alternativa.

Conclusión: una catalanidad compartida, libre de peajes y sometimientos

La situación del catalán —inmersa en pugnas políticas, tensiones sociales y un descenso demográfico— exige una visión amplia que supere la utilización del idioma como herramienta de exclusión o ascenso. El horizonte de futuro ha de nutrirse de:

  • Mestizaje histórico como valor, reconociendo la pluralidad cultural y lingüística no solo de España sino de la Hispanidad. 
  • Tecnología al servicio de la intercomprensión, con un enfoque inclusivo y no meramente normativo. 
  • Cambio en los medios de comunicación, promoviendo la convivencia y el rigor en lugar de la polarización. 
  • Respeto a la libertad personal, de manera que una nueva catalanidad nacionalmente laica, mestiza y compartida no se imponga, sino que se asuma como una nueva dimensión de participación voluntaria y legítima.

Solo así se construirá una Cataluña abierta, en la que sus ciudadanos —cualesquiera que sean sus orígenes— puedan identificarse y realizarse sin renunciar a sus propios signos culturales. Una Cataluña de todos y para todos, donde los derechos de ciudadanía, en última instancia, sean un punto de encuentro humano y cultural, y no un peaje ni un privilegio.