Opinión

Estamos creando a Dios a través de la 'inteligencia artificial'.

Ahora, quizás por primera vez en la historia, estamos creando a Dios a nuestra imagen y semejanza de verdad.


Publicado en primicia en Libertad Digital (26/12/2024), y varios días después por Salir al Aire (con autorización del autor). Leerlo en el sitio web original

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Ahora que estamos en Navidad, despeguémonos del mundanal ruido político y centrémonos en la realidad que nos sobrepasa.

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Génesis 1:27-28). Fue la fuente primera de la religión judeo-cristiana que constituyó la base de la cultura religiosa grecolatina. Eso que hoy nombramos como la Cultura Occidental.

Nos implica a todos, a los creyentes, a los ateos, a los agnósticos, incluso a los seguidores de otras religiones que han hecho de la cultura occidental su hábitat. Y nos implica, porque independientemente de la espiritualidad o la mística que la inspiró, todo lo que somos y sabemos, nos constituye. Podemos desear "Felices fiestas" para evitar el religioso "Feliz Navidad". Pasión inútil, la superstición de las palabras no mejoran el mundo, casi siempre lo empeoran. Ni borran Occidente. Ahí está en múltiples formas.

Como no negaron a Occidente las Tesis sobre Feuerbach de Marx cuando le dieron la vuelta al Génesis para sostener que no fue Dios quien creó al hombre sino el hombre el que creó a Dios a su imagen y semejanza. No sólo no lo negaron, sino que junto a la rebeldía laica de la Ilustración ayudó a llevarlo a su máximo esplendor en el Siglo de las Luces al resaltar el pensamiento racional impulsado por la filosofía griega hacía ya más de dos milenios y medio.

Nos están enfrentando a una realidad que desbordará por completo la cosmovisión que tenemos del mundo.

Viene a cuento esta estampa navideña, porque la conjunción de la física cuántica y la Inteligencia artificial (IA) nos están enfrentando a una realidad que desbordará por completo la cosmovisión que tenemos del mundo. No como un nuevo paradigma científico, sino como un radical salto al vacío que cuestionará por completo lo que somos, lo que creemos, lo que sabemos, y sobre todo, la seguridad en los fundamentos cognitivos materiales y en el propio método científico.

¿Podrían ser sólo una superstición más, otro dogma más, como fueron las religiones y las filosofías en su afán por conocer el ser y su sentido? ¿Es un puente invisible al espiritualismo y la meditación oriental que ya intuyeron hace milenios los grandes místicos de oriente y que hoy algunos científicos cuánticos consideran precursores del universo cuántico?

Si el universo material que creemos percibir sólo es energía si lo desmenuzamos en sus partículas más elementales, y solo la mirada de la conciencia humana la colapsa en materia, la fija en objetos… ¿Qué es la realidad? ¿Existiría el universo si no hubiera conciencia alguna que lo pensara...?


Cambio de tercio de nuevo porque me estoy desviando hacia las paradojas de la física cuántica, cuando sólo pretendía cuestionar al Génesis cuando afirmaba que el hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, pero también a Marx cuando invirtió la tesis afirmando que fue el hombre el que había creado a Dios para someter a otros hombres mediante el miedo al Cielo. Aunque quiero salvar de la cuchillada marxista, la teoría de la alienación que subyace a la inversión. La inteligencia artificial me servirá de muletilla para dejar un mero apunte, un esbozo del abismo que se está abriendo bajo nuestros pies.

En el presente, Dios es la plasmación más hiperrealista de nuestros sueños de belleza...

Ahora, quizás por primera vez en la historia, estamos creando a Dios a nuestra imagen y semejanza de verdad a través de la inteligencia artificial. En el Génesis sólo era un Dios religioso, literario, y en su negación marxista, pura ideología; en el presente es la plasmación más hiperrealista de nuestros sueños de belleza, perfección, creación y muy pronto de réplicas en avatares con aspiración de eternidad de nosotros mismos. Sin descartar la propia eternidad a partir de la manipulación genética. La mente es más maravillosa que el propio universo. Porque quizás es la máxima expresión de sí mismo. O no.

Y con la inteligencia artificial nos haremos un universo a nuestra imagen y semejanza, pero mucho más hermoso. Ya lo estamos viendo en las recreaciones audiovisuales, de paisajes, y en los ideales de belleza de nuestro propio cuerpo. Pronto no nos gustaremos nada, porque las imágenes que creemos de forma artificial serán ideales y maravillosas. Y lo serán porque son nuestros propios ideales, la expresión de nuestras frustraciones, complejos, pasiones y deseos de poder. Traerá disfunciones. Ya lo estamos comprobando en las redes sociales. Nada que no podamos superar.

Al final ya sólo nos quedan las metáforas para referirnos a la realidad.

La humanidad ha vivido encarcelada en la materia hasta finales del siglo XX. La física cuántica y la inteligencia artificial están abriendo un mundo nuevo, inimaginable, liberándonos de ella. Quienes nacimos en el siglo pasado estamos más cerca de los sumerios, que nuestros nietos de sus padres. Al final ya sólo nos quedan las metáforas para referirnos a la realidad, como hiciera Heráclito en el siglo VI a.C. El mundo es y será fuego eterno y cambia según medida. Como intuyeron los grandes místicos de Oriente hace miles de años. Nada nuevo bajo el sol, sólo nuestra propia perplejidad.

¿Estamos creando a Dios, o en realidad empezamos a sospechar que Spinoza no iba mal encaminado cuando intuyó un universo panteísta?

Feliz Navidad.

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