Hablemos hoy del primer sembrador de la leyenda negra de la acción española en América. Cuando yo estudiaba el Bachillerato, a principios de los años sesenta del siglo XX, nos enseñaban que el dominico fray Bartolomé de las Casas fue el mayor defensor de los indios americanos. ¿Cómo podemos los humanos ser tan enrevesados? Hoy, estudiando los documentos de la historia, que es el método para comprender exactamente la idea del mundo, podemos tener una aproximación mucho más exacta de la realidad. Desde sus contemporáneos se sabe que era un charlatán energúmeno, que en sus escritos sólo dice generalidades y no da un solo detalle concreto. Para sus exageraciones, no hay límites, baste decir que acusa a los españoles de haber matado a 24 millones de indios, cuando en todo el continente no había posiblemente ni la mitad de esa cifra.
De las Casas fue un mercenario anticristiano, porque un sacerdote que no hace misa, ni confiesa, ni ejerce su oficio, ni trata con los indios, ni habló jamás ninguna de sus lenguas, y además se dedica a levantar falsos testimonios sobre sus paisanos cristianos –¿es que acaso él no lo era?–, y a engendrar las ideas más disparatadas, criminales y diabólicas sobre sus compañeros..., es que estaba al servicio de la masonería (si no fuera así sería el primer caso histórico antiespañol en que ésta no está implicada). Pero eso sí, lo disimulaba muy bien con el falso ideario de defender a los indios.
Polemista y propagandista, todas estas ideas nos las deja Santiago Armesilla, muchas de ellas extraídas de Marcelo Gullo. Uno de sus contemporáneos fue Toribio de Benavente, que lo conoció muy bien durante más de quince años, y que en carta al emperador dice de él:
“Yo me maravillo cómo Vuestra Majestad y los de vuestros Consejos hayan podido sufrir tanto tiempo a un hombre tan pesado, inquieto e importuno, bullicioso y pleitista en hábito de religión (…), buscando los males y delitos cometidos por los españoles, para encarecer males y pecados, y en esto parece que tomaba el oficio de nuestro adversario, el demonio, y aunque él se consideraba el más celoso y justo de los cristianos y religiosos, él acá apenas tuvo cosa de religión”.
Benavente fue uno de los doce apóstoles del Nuevo Mundo, que así se les llamó a los doce religiosos franciscanos que llegaron a evangelizar América.
Las teorías de Bartolomé de las Casas son el principal fundamento del actual “indigenismo latinoamericanista”, donde se basa la versión moderna de la leyenda negra. A pesar de la evidencia del canibalismo de los aztecas y de la opresión, que tanto aztecas como los incas, tenían sobre multitud de pueblos sojuzgados y esclavizados, Bartolomé de las Casas da una visión idílica de ellos; según él, los caribeños eran “piadosos misioneros que iban de isla en isla pidiendo un pedazo de carne que llevarse a la boca” y “los aztecas era el reino de la misericordia y el de los incas el de la bondad”. La verdad es que este paraíso estaba en realidad más cerca del infierno; porque, nada dice de su antropofagia, ni de que los tambores que hacían los incas fueran construidos con piel humana. Los indios para él “eran puros, sin maldades ni dobleces, humildes, sin rencores ni odios, sin deseos de venganza…. Seres paupérrimos que ni poseen ni quieren poseer bienes”. Tampoco habla del asesinato de Atahualpa en la persona de su hermano, cuyo cráneo usaba como vaso para beber “chicha” en cualquier ceremonia.
Cuando Carlos I mandó parar la conquista (único caso en el mundo de las colonizaciones) para determinar, si ésta era justa o injusta, siguiendo a Aristóteles, uno de los temas era averiguar si los indios tenían alma o no, y concluyeron que sí. Las reuniones las hicieron teólogos en Salamanca y Valladolid. De las Casas se enfrentó allí a Ginés de Sepúlveda que fue el que ganó el debate. Dice Gullo que De las Casas vivió siempre como un rico, con su buen vino traído de España, vistiendo ropas elegantes: la pobreza evangélica nunca fue su virtud. Cobraba 100 pesos anuales como procurador de indios, y luego, cuando se hizo famoso y consiguió que lo nombraran obispo en 1524, tras una campaña de publicidad digna de estudio, llegó a ganar medio millón maravedíes anuales, y en 1555 ya cansado de predicar consiguió una pensión de trescientos mil maravedíes, como diría el papa Francisco “tampoco tuvo que soportar el olor a oveja”. A los indios siempre los vio de lejos y nunca se tomó la molestia de aprender alguna de sus trescientas lenguas. Su vida opulenta contrasta con la de los mencionados doce apóstoles que evangelizaron Méjico, que vivieron con los indios compartiendo su lengua y penurias. Estos frailes iban al mercado a pedir limosna para comer, por amor de Dios, no bebían vino, que era muy caro, y no tenían más ropa que la puesta, ya harapienta. Nunca acusaron a los españoles de ningún crimen, aunque no permitían y denunciaban cualquier abuso.
El padre Toribio Benavente, llamado “Motolinia” (pobre en náhuatl) fue el que más destacó, junto a fray Martín de Valencia, estuvieron por Guatemala, Nicaragua, Tehuantepec y Yucatán. Éste era tan humilde que rehusó el obispado que le ofreció el emperador, y criticaba a los que vinieron a enriquecerse, sirviéndose de los indios, y jamás mintió. En su libro Historia de los indios de Nueva España habla del personaje así: “No tiene razón De las Casas al decir lo que dice, y es un mercenario y no un pastor por haber abandonado sus ovejas y dedicarse a denigrar a los demás”. A los conquistadores y encomenderos los llama “tiranos, robadores, raptores que tiranizan a los indios”. Fray Toribio lo acusó de mentiroso, de no celebrar misas, ni confesar, de no ejercer como sacerdote. Curiosamente y como sospecha de su antiespañolismo, digamos que, De las Casas, aunque sevillano, era de origen francés.
El libro de Fray Bartolomé de las Casas Brevísima relación de la destrucción de las Indias, es una pura novela, está lleno de descripciones horrorosas sobre la supuesta crueldad de los españoles. Así dice que muchas veces “Yo vide” (para dar mayor credibilidad) quemar en varias parrillas a indios vivos, ante cuyos gritos, el capitán molesto porque no lo dejaban dormir, mandó que los ahogasen. En otro lugar dice que les robaban la comida, los enseres, las mujeres y los hijos y después los expulsaban a la selva. Y en otro: “no dejaban niños, ni viejos, ni mujeres preñadas, ni paridas que no desbarrigaran” (…) “Tomaban a las criaturas de los pechos de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellos en las peñas”.
Tras estas barbaridades dice el historiador argentino (marxista) Jorge Abelardo Ramos, que famosos genocidas o vampiros de pueblos enteros como los ingleses y neerlandeses se lanzaran sobre la obra de De las Casas “como moscas a la miel”. Y en el mismo sentido, otros historiadores como Miguel León Portilla. Y en sentido antiespañol citemos a André Tebet, cosmógrafo real; Theodor Debrí, Jacquet Migrot, Girolamo Benzoni… En contraste, el peruano Luis Alberto Sánchez, perteneciente a la Internacional Socialista, se percató de lo que él llama “algunas mentirijillas” de De las Casas, por ejemplo, al decir que “un español mataba con su lanza diez mil indios en una hora” (es decir, 166 por minuto o tres indios por segundo). Es que mentía incluso cuando no era necesario. Gullo comenta que hablando de La Española (la actual Haití más República Dominicana) dice que allí corren ¡30.000 ríos!, y que son tan grandes como el Duero, el Ebro o el Guadalquivir (más de 800 Km. cada uno de largo), cuando el río Janke Norte es tres veces más pequeño que el Duero en largura y caudal. O la cifra total de muertos por los españoles, ya citada, que primero da 12 millones, luego 15 y después 24.
En 2002 se inició el proceso de beatificación de De las Casas y se tenían que mostrar tres milagros suyos. Innocenzo Benki es quien tiene que demostrarlos. Estos son, véase la ironía: 1.- Transformar el infierno americano en un paraíso, 2.- Haber engañado a uno de los hombres más inteligentes de España, como fue el cardenal Cisneros y 3.- Haber embaucado al propio emperador para hacerlo obispo de Chiapas. Gullo pide a Benki, que para que Las Casas llegue a los altares no se olvide de borrar algunos detalles biográficos como el de “llevar desde África a las Indias esclavos negros, para remplazar a los de América” (esto lo sugirió De las Casas) y otro borrón, el del dinero sucio que recibió, pues él había denunciado que todo el dinero extraído de América era dinero sucio.
Si Castelar lo considera un adalid de los derechos humanos, y Pi y Margall lo ve como un desmitificador de la conquista, Marcelino Menéndez Pelayo lo ve como un “injuriador serial” y Ramón Menéndez Pidal dice que “fue un gran vanidoso imbuido de complejo de superioridad moral o intelectual”. Para el marxista argentino Juan José Hernández Arregui es simplemente “el autor de un libelo”.
Por último, digamos que de su biografía puede inferirse su modo de actuar y es que de joven tuvo una amistad amorosa, relación sexual, con un joven esclavo indígena que le regalara su padre, y tras una forzada separación, lo buscó obsesivamente en sus viajes por América… Pues esto lo afirma Juan José Sebreli. La psicología humana, si no existiese para explicar hechos históricos, habría que inventarla. De modo que, junto al origen extranjero de sus ancestros y las ayuditas anglosajonas tenemos un redondeado motivo de su actuación.