La aureola imperial que detentan, nunca mejor dicho, los EE.UU. en el Mundo Occidental actual, con su fama de demócratas ejemplares y de civilización multicultural envidiable y envidiada en el mundo entero, constituye una absoluta adulteración de la realidad, sólo posible gracias al taimado engaño y a la credulidad, estupidez y gregarismo de muchos humanos, que atestiguan su pequeñez ante lo aparentemente superior que es el poder y el dinero.
Y es que somos además, como he repetido en anteriores artículos, planificadamente engañados por sus medios de comunicación, sabiamente dirigidos, el cine de Hollywood concretamente, que no sólo han tergiversado la realidad de lo sucedido en ese país desde el momento de su Constitución en 1776, sino que han conseguido hacérselo creer también al mundo entero, incluyendo a los exprimidos por ellos, los países que conforman la Hispanidad.
Un ejemplo, ahora mismo, de este seguidismo, son las diatribas, de alcance mundial, del hasta hace unos días presidente de Méjico Andrés Manuel López Obrador (AMLO), dirigidas a nuestro rey Felipe VI, instándole a pedir perdón por las supuestas atrocidades cometidas con su pueblo por los españoles, en la conquista de América. ¡Que tal mentira aberrante, que tal publicidad de la leyenda negra la diga todo un presidente hispano, también secundado por su sucesora de origen lituano-sefardí Claudia Sheinbaum, demuestra la peor de las voluntades políticas o la ignorancia más inconcebible!.
¿Es que no sabe este zote imbécil (me permito calificarlo así, ante la envergadura de sus insultos: “a tal señor, tal honor”), quiénes fueron los que robaron el 52% del territorio de su país bajo el ropaje legal del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, de 1848, tras la guerra expansionista de los Estados Unidos contra Méjico? ¿Un territorio de más de dos millones de kilómetros cuadrados, que corresponde a la totalidad de los actuales Estados de Arizona, California, Nevada, Nuevo Méjico, Texas, y Utah, y parte de los de Colorado, Kansas, Oklahoma y Wyoming?
Tampoco debe saber que los malísimos españoles, unos centenares, liderados por Hernán Cortés, ayudaron a muchos pueblos mejicanos indígenas (mixtecos, tlascaltecas, totonacos, tepanecas, cholulas, guancas…) para que se liberasen de la opresión secular de los aztecas o mexicas, que eran antropófagos y se comían a aquellos en ceremonias rituales, especialmente a los jóvenes, en número de veinte mil a cien mil anuales según diversos autores, arrancándoles antes el corazón en vivo, sacrificándoles al dios Sol para que éste siguiera alumbrándoles.
Ni tampoco estará enterado de que fray Junípero Serra, el franciscano español, está reconocido como el fundador de la moderna California, parte entonces de Méjico, donde, entre 1770 y 1782 creó más de veinte poblados que recibieron el nombre de ‘misiones’, aunque el objetivo de las mismas nos solo era el de evangelizar a los nativos, sino también el de proporcionarles los medios para su integración social, capacitándoles para sumir la propiedad y la gestión de la tierra. Pero, ¡ah!, parece que para AMLO, la cristianización debió ser algo así como un acto de irrupción indebida en la cultura de los adoradores del sol que sacrificaban a los mejicanos oprimidos.
En cuanto a otros temas referentes a la gestión política y económica de AMLO, cabe recordar la reciente ‘carta abierta’ que le escribe Ramón Tamames en el ‘ABC’ del pasado 3 de octubre, en la que denuncia el estancamiento económico de Méjico, con más desigualdades que nunca, y una ruina que le ha llevado incluso a vender el avión presidencial, con una criminalidad ligada al narcotráfico de unos 200.000 homicidios registrados en los últimos seis años de su mandato, más de 115.000 desaparecidos, y más de 500 denuncias de crímenes de Estado. “Sus viajes presidenciales", dice Tamames, "han sido casi exclusivamente a EE.UU. (¡Evidente!, ¡Tenía que recibir las instrucciones del jefe!)".
Por cierto, el libro de Tamames Hernán Cortés, gigante de la Historia, que ya va por su 8ª edición, ya se lo envió a AMLO, sin que éste le contestase nunca. ‘AMLO debería hacer, sigue diciendo Tamames, lo que su homólogo de Uruguay, Julio María Sanguinetti, que declaró a Juan Carlos I como “verdadero Rey de Iberoamérica”… Pues sí, AMLO: si tus nombres y apellidos son españoles, como hijo, nieto, biznieto y tataranieto que eres de españoles, y si Méjico fue parte de España, y durante tres siglos fuimos un pueblo fusionado con los aborígenes del país, ¡el único pueblo del mundo que se mezcló con ellos desde el primer contacto habido, ¿de qué acusas a España, mentecato engañabobos? Los 130 millones de mejicanos actuales tienen derecho a saber que el Virreinato de Nueva España, que así fue como se llamó Méjico, tuvo hasta 61 virreyes o gobernadores desde 1531 hasta 1821; que quienes lo separaron de España fueron españoles criollos corruptos que, por ambición de riqueza y poder, explotaron ilegalmente a los indígenas como mano de obra barata; y que su lucha por la independencia tuvo mucho que ver con utilizar sin límite esa mano de obra indígena, que hasta entonces estaba amparada por las leyes españolas que protegían sus derechos de igualdad con el resto de los españoles.
Para ello contaron con la ayuda de Estados Unidos. Según la doctora Guadalupe Jiménez, la política de ese país con respecto a Méjico se basó siempre en la multitud de proyectos que los recién nacidos EEUU (en principio solo trece colonias) tenían para quedarse con todos los territorios mejicanos que obstaculizaban su salida al Pacífico. Esta investigadora aporta el diario de un comerciante, Willian Sadler, en el que éste narra dos viaje comerciales realizados por él en 1803 y 1804 entre China y las costas de California, describiendo las bahías californianas poniendo de relieve lo fácil que sería arrebatárselas a los españoles; de hecho, ya se produjo un ataque a San Diego en 1808, que fracasó.
Esta temprana política estadounidense de apoyo a las insurrecciones independentistas en los virreinatos españoles de América, que se plasmó ya en 1823 en la llamada Doctrina Monroe (América para los americanos) fue determinante para el triunfo de aquellas y la aparición de unidades políticas en las que se miraba como modelo de Constitución la de los Estados Unidos. El objetivo de éstos fue el de dominar el comercio continental. Paradigmático el de pieles de nutria, que en California eran de calidad finísima y por ello objeto de una caza exhaustiva de casi exterminación, aunque muy lucrativo por su altísimo valor en los mercados de China y Rusia. Y paradigmático también, entre otros muchísimos ejemplos que se podrían aportar, el del precio del armamento que se facilitaba desde los Estados Unidos a los insurrectos criollos, casi como fuente única de aprovisionamiento; en el diario de uno de ellos, éste hace constar su queja sobre el precio de los fusiles que les venden (tres dólares cada uno en el mercado libre pero escaso, pero veinticinco dólares por unidad los remitidos en grandes lotes desde el país del Norte), queja a la que responde el comerciante de turno: ‘Es el precio de la libertad”. Muy anglosajón y protestante todo, como es de ver.
Así funcionó la expansión de Estados Unidos en la América española: usando el recurso de la extorsión económica, mucho más ventajoso que el del enfrentamiento bélico, cuando no se dejaban comprar directamente como fue el caso de Alaska, Cuba y Filipinas, entre otros. Pero de eso hablaremos otro día.