Aceptémoslo de mal o buen grado. Lo veo muy negro. A mi edad no suelo equivocarme. Es una pena, pero la antigüedad es un grado, el de la experiencia y estudio, cosas que no siempre son buenas. Ser oráculo no es envidiable, sobre todo cuando la gente te va apartando del camino por viejo.
La España que veo es otra muy distinta de la que he vivido; y mira que hemos vivido en esa etapa complicaciones graves. Lo que no sabíamos, ahora nos damos cuenta, es que había una malvada programación con un objetivo final que era precisamente ese: otra España; o ninguna llamada así.
Los españoles empezamos a ser un conjunto sin identidad, un inexpresivo grupo donde desaparece la cultura y tradición, tan antiguas que molesta el esfuerzo que supone reconocerlo. Mejor vivir al día y olvidar la identidad. ¿Para qué?
La Iglesia en España ya no existe y si algo queda parece escondida o reservada, pero los pecadores notamos su ausencia y consejo. La echamos de menos cuando la mayor parte del día está cerrada.
Los Ejércitos, llamados Fuerzas Armadas, son distintos, no sabemos muy bien si armados o desarmados, pero son otros. Ha costado tiempo, mucho tiempo, pero al fin duermen tranquilos los que trazaron el plan, bueno o malo, pero plan.
La Corona también. Ha cambiado, o la han cambiado, a la vez que quienes la identificaron y condujeron en la Transición por el camino que trazaron para su España democrática se apartaron a tiempo para que no se notase y fuesen señalados, aunque antes se llevaron lo suficiente.
La maniobra fue tan difícil y compleja que tuvieron que tirar de uniformes, sotanas y togas. El dinero lo ponían ellos y los de fuera.
Pero de todo este proceso la clave era la enseñanza, el relato, el discurso educativo, la mano firme en las riendas, los acuerdos bajo la mesa mantelada, los micrófonos, las venganzas, aquí te pillo y si no cedes te mato, las traiciones, las venganzas, las denuncias, los servicios de inteligencia oficiales y privados, los dosieres, y al final el sexo y el dinero con todo lo que conlleva.
Nada es bueno ni malo, sino que es fruto de esa educación, del relato impuesto que horada como gota de agua, todo al final es el fiel reflejo de lo bueno y malo de la sociedad, que hay periodos de un lado y del otro. Como dice la gente del campo: cinco años buenos, cinco malos, diez regulares. Lo malo es que si se prolonga la sequía hay que pensar en otras tierras o endurecer la faena.
Resulta que todo era posible, incluso que dos generaciones fueran señaladas con la grave acusación legal de haberse postulado contra la libertad, nos señalaron como continuadores de un régimen maldito y como herederos de sangre, o ideológicos, deberíamos estar callados, sacar los huesos de nuestros muertos y enterrarlos con nocturnidad, evitar defender a nuestros antepasados por estar en un bando y no en el otro, y que todo lo que hicimos y dimos por España, si lo hacíamos bajo los principios morales de aquellos, era punible, éramos indignos, señalados y castigados por una ley que era la democracia pura y se constituía en la memoria viva de un pueblo llamado español. Eso sintetizaba el proceso para dar paso al siguiente.
Tres ejemplos proféticos.
- No eran «fogatas de viruta», como bromeaba Azaña al arder las iglesias y conventos. «Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano», decía.
- Julián Marías, en La Guerra Civil. ¿Cómo pudo ocurrir? ...señala sin equivocarse: «Habría que preguntarse desde cuándo empieza a deslizarse en la mente de los españoles la idea de la radical discordia que condujo a la guerra. Y entiendo por discordia no la discrepancia, ni el enfrentamiento, ni siquiera la lucha, sino la voluntad de no convivir, la consideración del “otro” como inaceptable, intolerable, insoportable. Creo que el primer germen surgió con el lamentable episodio de la quema de conventos el 11 de mayo de 1931, cuando la República no había cumplido aún un mes».
- José Ortega y Gasset dejó claro los términos del problema, pero ya era tarde: «Un Estado federal es un conjunto de pueblos que caminan hacia su unidad. Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión».
De esta manera ¡por fin! llega el paso siguiente ya muy avanzado y casi asumido por este conjunto que hoy vive en España sin conocerla y no sabemos si también sin estar dispuesto a defenderla: «Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión»
Es punible haber crecido en el esfuerzo, en la fe de la religión católica, en la verdad, en los buenos modales, el respeto a los demás, a los mayores, a la honradez, a la ley y a la autoridad. Es punible amar a España.
Algunos fuimos a la Academia Militar y allí nos enseñaron lo que hoy parece risible, incluso, en cierto modo, punible. Aprendimos cortesía, buen trato y caminar por la verdad. Actuar con firmeza y lealtad, a impregnar nuestros actos de honor y bizarría; supimos la importancia del crédito y la opinión, de ser constantes y pacientes, humildes y obedientes. Nos preocupó la fama y el honor y mantuvimos la fe de esta religión de hombres honrados: la milicia. De nada sirvió. Un viento huracanado de soez traición todo se lo llevó, borraron de España lo construido y robaron lo que les interesó; de todo, de lo bueno y lo malo se apropiaron.
Leo en Cicerón: «¿Por que he de disfrazarme? ¿No es ya bastante deforme la figura de la ancianidad?». España, con muchos de nosotros dentro, es otra. Desconocida para mi. No renuncio a la que fue y será. Visto lo que hay y viene de camino los años son un simple disfraz que no me ha hecho cambiar mi forma de ser y pensar.
Retirado, no pienso hacerlo del todo ni de todo.