Opinión

Aquel 17 de agosto...

No fueron capaces de abstenerse de instrumentalizar la tragedia, el duelo, las víctimas, los muertos del atentado de Barcelona. Fue algo repugnante, miserable.
2024-08-17-Opinión-Pedro-Paredes-1w

Desde que el colectivo secesionista aparecido en Cataluña inició “su proceso” de secesión, se han ido acumulando hechos que han dañado seriamente la imagen de este colectivo frente a la comunidad internacional, tras haber concitado algunas tímidas y escasas adhesiones inicialmente. No en lo que se refiere a los estamentos oficiales; pero sí llegaron a despertar cierta simpatía entre la opinión pública en algunos países, como resultado de la intensa y agresiva campaña de intoxicación que el secesionismo ha desplegado en el extranjero (malversando recursos, por cierto, de todos los españoles, y con el apoyo de grupos de interés supranacionales).

Muchos ciudadanos de otros países pudieron conocer la catadura moral de los secesionistas.

El colmo de ese deterioro de imagen fue su comportamiento ante los atentados de Cataluña del 17 de agosto de 2017. Muchos ciudadanos de otros países pudieron conocer la catadura moral de los secesionistas: su fanatismo, su obcecación, su intransigencia, su irracionalidad, su insensibilidad. No fueron capaces de abstenerse de instrumentalizar la tragedia, el duelo, las víctimas, los muertos del atentado de Barcelona. Fue algo repugnante, miserable.

Se convocó una manifestación limpia, sin banderas, sin componentes ideológicos, todos unidos en el dolor y en el homenaje a las víctimas. Cualquier otra cosa no tenía lugar ese día, cualquier otra cosa se podría, se debería, haber pospuesto, dejado para otra manifestación, otros escenarios. Así se les pidió, era lo lógico, pero no, no lo respetaron, tenían que aprovechar la ocasión, utilizar la sangre, el dolor, a los muertos, para intentar obtener algún tipo de rédito en lo referente a pretensiones que deberían haber aparcado, que de ninguna manera procedía poner en relieve en esos momentos.

Orquestaron una instrumentalización de la manifestación. Quisieron convertirla en un acto secesionista más de masas. Repartían a los participantes banderas de división y carteles extemporáneos (ajenos al objeto real y legítimo de la manifestación).

Pero lo que vi fue una concentración de fanáticos vociferantes detrás de la cabecera de autoridades, una exigua recua de impresentables, una piara de miserables, por lo que estaban haciendo; cuatro enfermos, y digo cuatro enfermos en relación a lo que venía detrás: medio millón de personas que se manifestaron limpiamente, que no aceptaron las banderas de división que quisieron ponerles en sus manos, que respetaron la esencia de la manifestación, que no secundaron de ninguna manera a los fanáticos, y que los pusieron en evidencia.

En fin, la secta secesionista se retrató ante el mundo, como así evidenció la prensa internacional al día siguiente, ¡Ojalá esta secta se hunda de una vez por todas en la noche de los delirios!

Se reveló ante los ojos de los ciudadanos del mundo la realidad, lo que muchos venimos poniendo de manifiesto desde hace bastante tiempo, que lo que está pasando en Cataluña no es un sentimiento ciudadano, identitario, emergente, personal, íntimo y espontáneo, de liberación de la opresión, de querer ser y que no nos dejen ser, de que somos un pueblo diferenciado y que tenemos derecho a nuestra identidad y a gobernarnos nosotros mismos, a constituir un Estado propio, como el secesionismo ha pretendido vender en el exterior. Sino la consecuencia de la acción alienante, contaminante, de una de las sectas que profesa una de las ideologías más aborrecibles, inmundas y letales que han existido: el nacionalismo.

El nacionalismo surgido en Cataluña ha sido capaz de abducir a un gran número de ciudadanos en los últimos tiempos por causas muy concretas que expongo con detalle en muchos de mis escritos, y que otros muchos han expuesto también, y que tiene que ver con la torpeza (o irresponsabilidad) de determinados dirigentes españoles que “dejaron hacer a la secta”, desde los años 80 del siglo XX hasta prácticamente nuestros días, sin ser conscientes, aparentemente, de lo que estaban contribuyendo a generar y a alimentar. Permitieron que una secta destructiva y autodestructiva infectara el tejido social e institucional de Cataluña y contara con herramientas clave para diseminar su ideología y captar adeptos, principalmente a través de la parasitación del sistema educativo y de los medios públicos de comunicación, que se convirtieron en zombis o bots al servicio exclusivo de la secta.

Los ciudadanos europeos conocen bien esta ideología, y la secta (destructiva y autodestructiva) que la sustenta. 

Los ciudadanos europeos conocen bien esta ideología, y la secta (destructiva y autodestructiva) que la sustenta. Desencadenó dos guerras mundiales y causó millones de muertos. La mayoría de los ciudadanos europeos saben la desestabilización que el nacionalismo provoca todavía en muchos rincones del planeta y aún en la mismísima Europa, incluso en el seno de la Unión Europea, y en los propios países de algunos de esos ciudadanos. Entienden que el nacionalismo es “veneno puro” y son conscientes de la necesidad de combatirlo enérgicamente y de la manera más eficaz.

Los ciudadanos del mundo que aún no comprenden la realidad de lo que está ocurriendo en España, son ya más bien pocos. El aparato de intoxicación del secesionismo ha fracasado estrepitosamente en su acción exterior. Generalmente los secesionistas son vistos en el mundo como seres rancios, nocivos, insolidarios, repulsivos, que despiertan antipatía e incomodidad en lugar de la comprensión y la complicidad que persiguen (como se puso de manifiesto con los “help Catalonia”, sus ridículos videos de petición de ayuda al mundo que no engañaron a nadie, y que produjeron más bien enojo y repugnancia, cuando no befa).

Eso si no son percibidos como individuos de dudosa salud mental, que es la imagen internacional que está proyectando Puigdemont, a quien la generalidad de los ciudadanos extranjeros no toman en serio, y que incluso, a menudo, es objeto de burlas, por sus ocurrencias y excentricidades, aparte de otros detalles de su personalidad y comportamientos que se van conociendo (como aquello que cuentan de alojarse en hoteles, en el extranjero, a partir de las 12 de la noche, para incrementar las posibilidades de no ser detectada su irregularidad al inscribirse con un DNI catalán, con un documento falso, por tanto).

Y todo ello a pesar de que la secta secesionista ha contado con importantes ayudas de potencias extranjeras y de grupos de poder supranacionales que, por intereses propios, de forma velada pero recalcitrantemente, y con una gran inversión de recursos, han potenciado enérgicamente el aparato de intoxicación de los diversos nacionalismos, con el fin de desestabilizar el proyecto de la Unión Europea.

En esas circunstancias, se puede considerar que no sucumbir a la manipulación de manera masiva ha sido una gran victoria de Europa, ¡Ya tiene mérito! Y se ha evidenciado la necesidad de luchar contra ese tipo de injerencias que tienen como objetivo intoxicar, manipular y desestabilizar. Y ya se ha empezado a combatir esas anomalías decididamente y con eficacia.

Así pues, el frente internacional contra el nacionalismo no se debe descuidar nunca, se tiene que ser muy activo en la acción exterior.

Comentarios