Opinión

La Calzada del Gigante

Ahora, que tantas veces nos llaman "unionistas" intentando asimilar lo que sucede en Cataluña con lo vivido en Irlanda del Norte, no puedo menos que constatar lo que allí sucede todavía...

Te sientes tan pequeña ahí....

La visité con unos amigos nordirlandeses, cuando estaba en Belfast por un proyecto europeo. Ahora, que tantas veces nos llaman "unionistas" intentando asimilar lo que sucede en Cataluña con lo vivido en Irlanda del Norte, no puedo menos que constatar lo que allí sucede todavía (no hace falta decir lo que se vivió) para intentar por todos los medios que aquí no caigamos en lo mismo.

"Cuando estuve en Belfast, en el marco de un proyecto europeo que estudiaba la problemática de la libre circulación de las familias LGTB en la Unión Europea, teníamos allí un partner norirlandés que era una organización que prestaba apoyo jurídico al colectivo LGTB de su zona. Nuestros colegas irlandeses eran, además de muy competentes en el ámbito profesional, extraordinariamente amables y, hasta diría, entrañables, con nuestro equipo. Nos enseñaron la ciudad y la comarca, la verde costa irlandesa, con la imponente Calzada del Gigante, explicándonos, al mismo tiempo, el contexto actual del conflicto de Irlanda del Norte, que está todavía presente en todo tiempo y lugar.

En Belfast, cada barrio está todavía dentro de su muro, profusamente decorado y, al anochecer, continúan cerrando las puertas de acceso, para que el tránsito entre las dos zonas no pueda producirse hasta el siguiente amanecer. Muchos taxistas no aceptar cruzar a la otra zona; un gran número de ellos ni tan siquiera la conocen y quieren evitar el contacto directo con gente del otro lado. El tour turístico, que algunos transportistas realizan durante el día, únicamente permite apreciar la parte externa del muro, con las correspondientes y constantemente remozadas pinturas y pintadas, así como las puertas metálicas que cierran ese contorno de separación entre barrios. En la noche, el ambiente de las calles cercanas al muro se asemeja a una plancha de plomo… Si alguien no ha llegado a su territorio a tiempo, antes de que se cierren las puertas, debe dar una larga vuelta por los suburbios más alejados y penetrar en el interior de la zona de los otros por andurriales que sólo los más avezados conocen.

El hotel en el que nos hospedaron, un clásico, el Europa, había sido objeto de las bombas del IRA repetidas veces; en su vestíbulo, un cartel advertía en tono desafiante que el hotel “estaba siempre abierto” y una exposición de fotografías mostraba que durante varios meses sustituyeron los cristales de las ventanas por plásticos, para evitar que los vidrios rotos, con las explosiones, lesionaran a los huéspedes. Cuando entrabas en un pub, podías ver todavía las fotografías de los caídos del respectivo bando, según la zona en que estuvieras. Un ambiente gélido, de fuerte dureza, presidía las relaciones sociales y muchas personas, pertenecientes a cualquiera de las dos comunidades, prácticamente nunca tenían contacto con alguien que fuera de la otra. “Ya no se matan, pero continúan odiándose” era la frase que me venía repetidamente a la cabeza.

Algunos expertos comienzan a afirmar que se puede producir un fenómeno similar en Cataluña: dos comunidades separadas viviendo cada una de ellas de espaldas a la otra. Porque también estamos ante muros morales, de esos que el ojo humano no puede apreciar, pero que generan ilegítimas divisiones y rompen amistades, familias y relaciones. Estos muros se asientan sobre las arenas movedizas del populismo o del nacionalismo, que tanto daño han hecho en esta nuestra Europa durante los últimos siglos, especialmente en la pasada centuria. Se nutren de la irresponsabilidad de quienes pretenden, a veces con éxito, engañar a sus congéneres, prometiéndoles lo imposible y situándoles ante el descalabro social. Consiguen introducir, otra vez, la división entre buenos y malos. Censuran todo lo que no responda a su propio concepto identitario. Desafían a la Historia y a la razón. La manipulación más descarada va tejiendo con todo ello una distancia en la forma de pensar de las personas que, progresivamente, se va rellenando, primero de incredulidad, después de indiferencia y, finalmente, de la aquiescencia que acaba edificando el muro, estableciendo fronteras. Ahora pretenden establecerlas entre Cataluña y Aragón, en el terreno que se conoce como “La Franja”, cuando a lo largo de la Historia la “frontera” no ha sido más que una anécdota administrativa."

Teresa Freixes.

"155. Los días que estremecieron a Cataluña" (extracto).


Para saber más sobre la "Calzada del Gigante".