En nuestra editorial anterior decíamos que salir al aire evoca sensación de libertad y renovación, una invitación a conectar con la naturaleza o simplemente salir a fuera para socializar. Salir al aire es una manera de recargar energías y reconectar con uno mismo para saber ser y estar con nuestro entorno.
Para los editores de esta revista digital, salir al aire tiene una evocación especial, pues es la breve frase que dio nombre a nuestro proyecto, inspirados por un poema de José Hierro: Hay que salir al aire, cuyos versos se ajustan a nuestros anhelos:
Hay que salir al aire,
¡de prisa!
Tocando nuestras flautas,
alzando nuestros soles,
quemando la alegría.
Hay que invadir el día,
apresurar el paso,
¡de prisa!,
antes que se nos eche
la noche encima.
Hay que salir al aire,
desatar la alegría,
llenar el universo
con nuestras vidas,
decir nuestra palabra
porque tenemos prisa.
Y hay muchas cosas nuestras
que acaso no se digan.
Hay que invadir el día
tocando nuestras flautas,
alzando nuestros soles,
quemando la alegría.
Hay que invadir el día, no dejar escapar la luz sin lucha y que cada segundo cuente para sembrar sueños al andar. Vivir sin miedo, abrazar la vida con fuerza, desafiar la rutina y encontrar la magia en el desafío.
Llenar el universo con nuestras vidas, expandir nuestra esencia en cada rincón, dejando huellas con paso firme para crear esperanzas compartidas y construir puentes entre almas antes distanciadas.
Y hay muchas cosas nuestras que acaso no se digan... Que ya nunca más se queden atrapadas en el pecho, navegando en mares de silencio. Esas cosas nuestras, no dichas, han dejado de ser un lenguaje oculto, un susurro interno, para salir al aire con la mano tendida pero con las ideas claras.
Fueron demasiados años silenciados por una corriente ideológica que ejerció de hegemónica sin ser mayoritaria: señalándonos con el dedo, mirándonos por encima del hombro, conspirando a nuestras espaldas. Eso ya no volverá a ocurrir ⎼a pesar del "lo volveremos a hacer" y de los pactos de dudosa honorabilidad⎼ porque ahora la luz del día la tenemos de cara; y nuestro rostro, cicatrizadas ya las heridas del desprecio, luce iluminado en la seguridad de saber que tenemos argumentos para responder con entereza en favor de una Cataluña próspera en una España querida.